Conciencia tecnológica
La tecnología es una visión de conocimientos y saberes que se ponen a disposición de la creatividad del hombre para mejorar y adaptar el medio que lo rodea, proclives a satisfacer sus necesidades como ser humano. Generalmente asociamos el término a un conjunto de aparatos y artefactos mecanizados, automatizados o programados para ejecutar alguna tarea que un ser humano podría realizar manualmente, con lo que se subviene el pensamiento de la deshumanización de nuestra realidad y el deterioro de nuestro entorno ecológico.
Pensando de manera tecnológica, al ver una línea de producción totalmente mecanizada o robotizada, lo primero que nos viene a la mente es la gran cantidad de ingenieros y diseñadores que conforman un equipo que mantiene a dicha línea de producción funcionando las 24 horas del día, los 365 días del año. Aquí es donde se amplía la comprensión de la tecnología y se empieza a asociar directamente con la humanización. El desarrollo tecnológico existe pero es gracias al ingenio del hombre desde diferentes etapas de la historia, iniciando por el Renacimiento hasta nuestros días.
Así, las tecnologías pueden ser vistas como los caminos para humanizar la vida del hombre, y con ello esperar que el sendero para alcanzar el desarrollo humano pleno, tenga menos dificultades y esté impregnado de la mayor cantidad de momentos de esparcimiento y felicidad.
Esto es tener conciencia tecnológica de una manera general; y otra manera de asumirla es ver a las tecnologías como posibilidades de desarrollo humano desde cada una de las disímiles visiones que tiene el hombre de la realidad. Por ejemplo, el uso de la Internet es una novedad que benefició la interconexión global, pero que al mismo tiempo excluyó a mucha gente que no pidió esa coyuntura en su realidad. Y aunque ciertamente podemos hablar de una liberación de la creatividad cultural o transculturación, podría deducirse que la implementación de la Internet tiene un carácter ambivalente, ya que por un lado es la panacea de las comunicaciones y el encuentro global, pero por otro lado, como lo sentencia el autor español Josetxo Beriain «condena a otros actores sociales a padecer los efectos no pretendidos de una serie de decisiones».
El efecto que pueda causar la implementación de las tecnologías en nuestra sociedad puede mirarse desde la individualidad de cada ser humano hasta la visión colectiva que algunos sectores tienen de las mismas. Desde la visión individual podemos ejemplificar a un trabajador que toda su vida tomó el transporte público para ir y venir, a y desde su trabajo, que puede estar impactado de manera significativa frente a la construcción de un sistema de transporte masivo como el metro. Esta persona verá un cambio significativo en su traslado diario que mejorará su vida, aún cuando con el tiempo las cosas cambien. Es decir, la sustentabilidad del bien público por mejorar la vida del colectivo, desaparece con el tiempo, y ese es el gran problema de los países latinoaméricanos y asiáticos. Es decir, lo que una vez fue la gran solución, y aquí entra la visión colectiva, hoy en día puede verse como un total caos y un ejemplo de deshumanización de la vida del hombre. Tómense como ejemplos el hacinamiento del metro de Caracas en las horas pico, o el metro de Tokio, donde hay empleados contratados exclusivamente para arreglar a las personas en los vagones a «punta de empujones», para permitir el cierre de las puertas.
Otro punto de vista individual de la conciencia tecnológica que impacta la conciencia colectiva, es por ejemplo, cuando un empresario logra comunicación total con empleados, proveedores, accionistas de bolsa, inventarios de productos, y otras actividades propias de su actividad empresarial; y esta comunicación la puede hacer desde cualquier punto del planeta, a través de un dispositivo móvil o celulares de cuarta generación. Una falta de esta conciencia tecnológica sería tener un aparato de éstos, con un sin número de funciones de comunicación y acceso, para ser utilizado exclusivamente en el envío de mensajes de texto o para jugar cuando se está a la espera del bus en una parada.
Es por ello que el impacto tecnológico en cada individuo es diferente, y la conciencia tecnológica se desarrolla en diferentes niveles.
En el aspecto educativo, el desarrollo de las tecnologías educativas tiene un impacto creciente y significativo en el desarrollo del hombre. A través de las plataformas virtuales de aprendizaje, que permiten la formación de seres humanos desde cualquier lugar y en cualquier momento, el hombre puede alcanzar niveles de desarrollo personal y profesional que un medio tradicional no hubiesen sido posibles, por las implicaciones que la presencialidad impone, como por ejemplo el traslado diario al salón de clases, y las características de algunos escenarios universitarios que no ayudan en nada a la comodidad de los estudiantes.
Pero para ser participe de un ambiente virtual de aprendizaje, y tener la posibilidad de matricularse en universidades extranjeras, en maestrías, doctorados, cursos de inglés o instrumentación, es necesario tener el convencimiento de que sí es posible formarse y desarrollarse bajo esta modalidad. Lo que puede impedir que este pensamiento o conciencia tecnológica crezca y se mantenga sustentable en el tiempo es el dogma paradigmático que tenga el estudiante. Es decir, una persona puede estar tan acostumbrada a un salón de clases presencial y a las interacciones propias de ese escenario, que no puede concebir otra manera de estudiar que no sea esa, porque este pensamiento es un paradigma que define su realidad con relación a la formación de los seres humanos. La mayoría de las veces, este pensamiento rígido es inconsciente, y es por ello que hay que despertar esa llamada cultura tecnológica en las nuevas generaciones para que no sufran de parálisis paradigmática cuando sean adultos. El pensamiento flexible y emergente es el que debe predominar en una realidad cambiante y sorpresiva como la que caracterizó el último tercio del siglo XX y que caracteriza aún más a los albores del siglo XXI.
El modelo educativo para el nuevo milenio debe seguir la línea de centrar su norte teleológico en el ser humano con la finalidad de formarlo para una sociedad justa y tolerante, sin perder de vista el cultivo por la investigación científica y la técnica, lo que definirá esa conciencia o cultural tecnológica de la que hemos venido hablando. En este sentido, cada ser humano podría conseguir su finalidad en la vida, su deseo de superación unido a ese sentimiento de qué es lo que vino a hacer o a aportar a este planeta. Es por ello que la conciencia tecnológica tiene un compromiso con la humanidad, con la ecología, con la tierra, con la vida en el colectivo. Bajo esta perspectiva la aceptación de la diversidad es clave, atendiendo a la identidad nacional y cultura universal. Esta concepción filosófica debe envolver a todos los niveles de la educación del planeta; se dejará a un lado la individualidad y el apego por lo propio y el ego excesivo; esta es una constante que debe estar presente para no encontrar escollos en la aplicación de un modelo de una trascendencia de este tipo.
El autor francés Edgar Morin alude a «Salvar a la humanidad realizándola». Una reforma de pensamiento local incide en una tendencia de pensamiento global; una política de civilización tecnológica pensada para todos, con profundos rasgos de humanismo reducirá las ignominias vividas, no sólo en los países donde la educación es un sistema con un sin fin de problemas, sino en otros ámbitos de la vida como el social, el afectivo, el familiar, el laboral, el civil, entre otros; El formar ciudadanos con esta conciencia es el rol de nosotros como docentes e investigadores, y partiendo de estas teorías representadas en modelos educativos innovadores podemos redimensionar nuestra praxis educativa con una performatividad que mejore cada uno de los espacios académicos de los que formamos parte como docentes y como estudiantes. La conciencia tecnológica está despierta; el accionar es el siguiente paso.
Fuente: Oscar Dávila – hormigaanalitica.com
