Imaginación en WhatsApp
Confieso que me abruma sostener una larga conversación por Whatsapp. Mi problema con la mensajería instantánea es la elipsis y el sobreentendido, las cosas que a veces imagino con un simple mensaje.
Cuando estoy sobrio no hablo mucho. Prefiero estar en silencio y observar a la gente y detectar gestos y maneras de decir las cosas que después me sirvan para escribir un cuento o lo que sea. Incluso creo que muchos de mis amigos me llaman para tomar algo porque quieren hablar y saben que no los voy a interrumpir y haré de cuenta que les pongo atención. A veces intento hablar y no me dejan, me ignoran y siguen con su tema.
Creo que desarrollé algunas habilidades de escritura, mecanográficas en el peor de los casos, después de trasegar por varios chats para matar las horas. A veces me sorprendía de las cosas que inventaba para no dejar caer una conversación. Pero después todo era soso, repetitivo.
Giussepe Ramírez – traslacoladelarata.com (*)
Pretendemos que chatear sea sobre la vida real, los hechos cotidianos, al menos cuando lo hacemos con personas que conocemos de hace tiempo. Contamos lo que nos pasó ese día, los proyectos por venir, la ropa que llevamos, el almuerzo, los sentimientos hacia quien nos lee, trivialidades. Pero escribir siempre es una ficción, mala o buena, no importa el tema. Lo falseado siempre aparecerá. Lo conveniente de la literatura es que uno puede creer lo que quiera después de leer un cuento de Ribeyro o una novela de Henry Miller, y eso no afectará la vida cotidiana, a no ser que quien lo haga sea Madame Bovary.
Al escribir una frase el remitente piensa en un tono que le dé el sentido que quiere, pero es muy posible que el destinatario lo lea con un tono distinto. Por lo tanto el significado es diferente del que pretendía el remitente. Entonces hay que explicar y todo se pone tenso. Los chistes son difíciles de captar o carecen de gracia. El sarcasmo es difícil de distinguir. Sobre todo porque en un chat es complicado crear un contexto y una atmósfera con el fin de lanzar una sola frase. La inmediatez limita esta clase de artificios.
No sé si es por los cuentos y las novelas que leo, o porque siempre estoy pensando en una historia para contar, pero regularmente doy un tono dramático a lo que me escriben, como si no pudiera separar realidad de ficción, o al menos quitarle carga dramática a lo que no la tiene. Piglia comenta que la insignificancia de la vida lleva a las personas a creer que viven dramas, tragedias o que en su pasado se esconde algo oscuro. Es una vieja manera de darle una apariencia interesante e intensa a la existencia. En eso se parecen el psicoanálisis y la literatura.
Dice Piglia: "…en medio de nuestras vidas secularizadas y triviales, nos seduce admitir que en un lugar secreto hemos experimentado grandes dramas, que hemos querido sacrificar a nuestros padres en el altar del deseo y que hemos seducido a nuestros hermanos y luchado con ellos a muerte en una guerra íntima y que envidiamos la juventud y la belleza de nuestros hijos y que también nosotros (aunque nadie lo sepa) somos hijos de reyes abandonados al borde del camino de la vida". Tal vez eso sea lo que me pase.
Cuando me escriben no solo leo esas letras en la pantalla, sino que pienso en esa persona haciendo determinado gesto, articulando las palabras de una manera particular, aun cuando sé que posiblemente no es así; incluso, en ocasiones, pienso en una persona distinta a la que escribe, porque su forma de decir determinada palabra me quedó grabada y es como el paradigma de esa palabra (en la universidad tuve un profesor que para descalificar un comentario tonto hacía la siguiente onomatopeya: pffff; a quien iba dirigida esta expresión quedaba totalmente en ridículo. Ahora, cuando alguien escribe pffff, pienso en la arrogancia con que lo decía el profesor).
La mayoría de las veces me equivoco y empiezo una discusión porque interpreté otra cosa, o llevo la conversación por donde no debería ir. Los signos de puntuación, exclamación e interrogación deberían ayudar, pero todos no los usan adecuadamente o simplemente los omiten (yo todavía lidio con dónde poner un punto y coma, o una simple coma). Los emoticones a veces son grandes signos de interrogación que distraen y desvían la atención.
Giussepe Ramírez – traslacoladelarata.com (*) |
La mensajería instantánea es eficiente para mensajes cortos y directos, a la manera telegráfica, no para largas conversaciones sobre la vida.
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Fuente: Giussepe Ramírez – traslacoladelarata.com (*)