Aportes indígenas a la sociedad del conocimiento
En ocasiones se califica de folclórico, otras de místico, pero muy pocas veces es reconocido como científico. A pesar de ello, el conocimiento indígena se mantiene arraigado entre las poblaciones no sólo por tradición, sino porque brinda resultado en diferentes actividades. De hecho, en ocasiones esos saberes son objeto de despojo por parte de organizaciones o personas ajenas a las comunidades de origen, sin que hasta ahora exista una clara herramienta legal que lo impida.
Héctor de la Peña. Agencia ID – En paralelo, a la pendiente inclusión social, económica y política de las poblaciones indígenas se suman las esquirlas que todavía produce el choque cultural, donde el reconocimiento e intercambio de saberes «tradicionales» con los académico-científicos transitan por sinuosos caminos.
Sin embargo, esos caminos encuentran puntos de intersección que vislumbran la posibilidad de acercar ambos conocimientos y complementarse en situaciones que beneficien a las comunidades indígenas e incluso a otros sectores de la población general.
El del proyecto Conservación, desarrollo, aprovechamiento social y protección de los conocimientos y recursos tradicionales en México, promovido entre otras organizaciones por el Foro Consultivo Científico y Tecnológico y adscrito al Fondo de Cooperación Internacional en Ciencia y Tecnología, al que convocan el Conacyt y la Unión Europea, es un ejemplo de lo que puede hacerse desde la comunidad científico-académica por reencontrar a «ambos mundos» del conocimiento y sacar mejor provecho de su resultados.
Otras experiencias similares discurren por vías paralelas. Es el caso de organizaciones civiles que han acercado nuevo conocimiento a las comunidades indígenas o rurales para que sea adaptado de acuerdo a las propias necesidades de sus pobladores. O desde el ámbito gubernamental, el establecimiento de clínicas públicas que atienden a población indígena y donde convive la medicina «moderna» con la «tradicional».
¿Conocimiento indígena o tradicional?
Para analizar y emprender acciones en torno al conocimiento indígena primero es necesario definirlo, y en esa cuestión hay versiones, si bien no encontradas, disímiles. Expertos consultados en el tema dan sus versiones.
De acuerdo con Xilonen Luna Ruiz, encargada de la Dirección de Acervos de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), el conocimiento tradicional es transmitido generacionalmente y forma parte del patrimonio de las poblaciones al ser ideológico. «No sólo son prácticas o capacidades, sino que tiene que ver con la intelectualidad de las propias comunidades y está vinculado con el propio territorio, ellos no hacen diferenciación entre naturaleza y cultura, ya que la primera es parte de ellos mismos».
En tanto, Genner Llanes Ortiz, investigador asociado de la Universidad de Londres y experto en el tema, expone que considerar al conocimiento indígena como tradicional es representarlo estático o inmovilizado, incapaz de transformarse e innovar. Todo lo contrario a una realidad que, asegura, han demostrado las comunidades indígenas a lo largo de su historia a partir del contacto con civilizaciones europeizadas. Sin embargo, «por sus características contextuales se le representa como opuesto al conocimiento occidental o universal, que es el mismo que nosotros llamamos científico».
Para Horacio Echavarría González, de la comunidad indígena Pime, en el norte del país, el conocimiento indígena nunca se detuvo, y se siguió con la experimentación de, por ejemplo, plantas para saber cuándo cortarlas, cómo suministrarla y de qué forma conservarlas.
«En la actualidad el conocimiento indígena parece mágico, pero de todos esos saberes se hicieron pruebas y experimentos que no fueron documentados. La pregunta ahora es cómo recuperarlos para alimentar el estado del arte», refirió el representante indígena, quien también se desempeña como titular de la consultora Centro de Estudios Multidisciplinarios en Investigación Intercultural.
Las tres posturas coinciden en un punto: reconocen que el conocimiento indígena responde a su entorno y se construye de manera colectiva, pese a que son pocas personas dentro de la comunidad quienes en verdad lo dominan, tal como también ocurre con el conocimiento académico y científico.
Sociedad de conocimiento, ¿incluyente?
El terreno de las coincidencias conceptuales sobre el conocimiento indígena o tradicional es abonado por acciones que, desde diversos rumbos confluyen hacia un objetivo común: que es reconocer su importancia e inclusión en el resto de la sociedad, sobre todo de una manera que trascienda el mero rubro folclórico.
De acuerdo con el doctor León Olivé Morett, titular del proyecto Conservación, desarrollo, aprovechamiento social y protección de los conocimientos y recursos tradicionales en México, para transitar hacia una sociedad del conocimiento, tal como se han planteado en diversos foros por distintas voces, el país debe generar y aprovechar en mejor forma los productos científico-tecnológicos, pero también considerar los conocimientos tradicionales o indígenas. Máxime cuando la propia Constitución Política indica que la nación «tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas (Artículo 2)».
Ese es el corpus del proyecto internacional que promovió su difusión el Foro Consultivo Científico y Tecnológico, que tiene como objeto, a partir de fundamentación filosófica-epistemológica, incorporar la riqueza de los conocimientos tradicionales de nuestro país, además de la ciencia y la tecnología, en la construcción de la sociedad del conocimiento.
Este proyecto cuenta con la participación de las universidades Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Autónoma de Madrid, así como una asociación civil de México y otra más de Francia. La primera aporta el conocimiento sobre el contexto indígena, al tiempo que la segunda está especializada en el tema de propiedad industrial e intelectual. Por su parte, la organización civil mexicana Grupo Interdisciplinario de Tecnología Rural Apropiada está encargada del contacto con las poblaciones, y la de origen francés Grupo de Estudios y de Servicios para la Economía de los Recursos es experta en temas medioambientales.
«La motivación es conformar un grupo interinstitucional donde buscamos el fomento, la protección y el aprovechamiento de los conocimiento tradicionales y recursos en México», aseveró Olivé Morett, quien también es investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas y director del Seminario de Investigación sobre Sociedad del Conocimiento y Diversidad Cultural, ambas en la UNAM.
Aunque se muestra seguro de llevar a buen término este proyecto, el investigador universitario reconoce que para contribuir con las comunidades indígenas el «gran desafío» es la apropiación de la ciencia y tecnología por parte de estas poblaciones, sobre todo en prácticas relacionadas con higiene y salud.
Aprovechamiento y resguardo del conocimiento
Por lo que toca a la protección y aprovechamiento del conocimiento indígena o tradicional por parte de empresas o personas ajenas a la comunidad, son varios los pendientes que deben cubrirse. Pero sin duda uno de los pasos más acertados ha sido la firma del Protocolo de Nagoya, una iniciativa de Naciones Unidas sobre «acceso a los recursos genéticos y participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de su utilización al convenio sobre la diversidad biológica».
En su artículo 7, el documento sostiene que el acceso a los conocimientos tradicionales asociados a recursos genéticos se dará exclusivamente con el «consentimiento fundamentado previo o la aprobación y participación de las comunidades indígenas (…), y que se hayan establecido condiciones mutuamente abordadas».
Sobre el tema, Ismerai Betanzos Ordaz, encargada de la Dirección de Derechos Indígenas en la CDI, comentó que la firma del Protocolo es importante y sólo resta su ratificación en el Senado. Con ello, dijo, se establece la base para que las comunidades indígenas tengan la decisión de abrir o no su conocimiento al resto de la población, y de así hacerlo su consentimiento deberá ser libre e informado.
«De la firma del Protocolo surgen obligatoriamente otras acciones que deben emprenderse, la primera es establecer un marco jurídico adecuado a la realidad nacional y complementar las leyes existentes», dijo la funcionaria.
Por su parte, durante la presentación del proyecto bilateral del Conacyt y la Unión Europea, Fabián Salazar García, representante del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, comentó que en materia de conocimiento tradicional el reto es identificar el objeto susceptible de protección, porque de alguna forma el conocimiento o resultado de aplicación del conocimiento debe salvaguardarse.
Y adelantó que la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual estudia la creación de un documento sui géneris que permita proteger aspectos de esos conocimientos, pero aclaró que incluso en el conocimiento tradicional hay objetos bien definidos que sí encuentran correspondencia para protección intelectual e industrial.
Sobre el punto de la protección de los productos del conocimiento indígena se pronuncia el doctor Genner Llanes Ortiz, en el sentido de que al adquirir patentes, las comunidades indígenas pueden generar problemas de legitimidad sobre quién es el representante de la misma o el hecho de que se tengan conocimientos en común con otras poblaciones.
Asimismo reitera que el conocimiento indígena es dinámico, y la idea de patentar puede ser riesgosa si «congela» ese dinamismo por respetar las leyes y, con ello, reducir la capacidad de innovación si se estandarizan sus prácticas.
Visiones de acercamiento
Pese a los desencuentros que pudieran ocurrir entre las comunidades indígenas y académico-científicas, los expertos consultados coinciden en que existen caminos por donde se pueda transitar para el acercamiento.
Por ejemplo, el doctor Llanes Ortiz comenta que las poblaciones indígenas fueron receptivos en adaptar las nuevas herramientas. «Mucho de lo que ahora llamamos conocimiento tradicional en realidad es un híbrido que se formó en esa primera época con las ideas estéticas de europeos pero acuerpadas al conjunto de conocimiento y habilidades de los pueblos indígenas».
Sin embargo, menciona que la dificultad ocurre cuando los científicos intentan imponer su tecnología como paquetes rígidos que deben ser usados de manera íntegra para no poner en riesgo su eficacia, pero las poblaciones prefieren adaptar el conocimiento externo de acuerdo a sus necesidades.
En tanto, Xilonen Luna Ruiz, encargada de la Dirección de Acervos de la CDI, asegura que las comunidades no están peleadas con la tecnología y que hay claras muestras en cómo ellos pueden implementar tecnologías, así como la posibilidad de que abran su conocimiento. «Lo verdaderamente interesante –asevera– sería empezar la formación de científicos indígenas que pudieran trazar puentes de comunicación entre ambos sectores».
También destaca el punto de la encargada de la Dirección de Derechos Indígenas, Ismerai Betanzos Ordaz, al recomendar que es tan importante la inclusión de indígenas en la educación superior, como promover el respeto al conocimiento y las comunidades indígenas en todos los niveles educativos; así como, en aquellos estados con alta población indígena, incorporar clases interculturales y bilingües.
Finalmente, el doctor León Olivé Morett señala que el Estado tiene una gran responsabilidad de articular las políticas públicas que tengan que ver con las actividades indígenas. En tanto que la comunicad científica debe articular redes con agentes representantes de comunidades, científicos y empresarios.
Una forma de garantizar esta relación es a través de programas o fondos del tipo de los Sectoriales de Conacyt (con secretarías de Estado), pero que además de privilegiar la innovación tecnológica también se promueva la innovación social, que es una forma novedosa de organización de sectores de la sociedad civil para resolver problemas.
Fuente: Héctor de la Peña – Agencia ID / oei.es