Google, el Sabio
Muy interesante la entrada publicada en Gurus Blog que afirma que Google es el mejor corrector ortográfico del mundo, dejando entrever con ello el claro referente que para muchos representa Google como transmisor global de conocimiento. En dicho artículo su autor, que reconoce que lleva algún tiempo practicándolo, afirma que Google le funciona muy bien cuando debe determinar si una palabra es ortográficamente correcta precisamente por el número de resultados que alcanza en el buscador cuando la escribe en su caja de búsqueda. Así, por ejemplo, la palabra Desoxirribonucleico – con más de 192.000 entradas – es la correcta porque, frente a Desosirribonucleico – con escasamente 17 entradas -, alcanza un mayor número de resultados en Google.
Desde luego no es la primera vez que me enfrento a una insinuación semejante, y es que cobra fuerza la teoría que tiene por objeto determinar que Google se ha transformado de una forma tan profunda que se está convirtiendo en ese amigo inseparable que te acompaña a todas partes cuando sales a dar una vuelta por la Red y tratas de poner fin a tu ignorancia.
Sin embargo, esas personas que acuden a Google para aprender de su sabiduría deben ser conscientes de que su conocimiento no deja de ser "prestado" por un puñado de resultados cuya razón de ser se basa en meros cálculos matemáticos. Esa misma palabra estudiada en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua arroja 0 resultados si escribimos Desosirribonucleico y 1 resultado – el correcto – si escribimos Desoxirribonucleico. Sin embargo, ya es significativo que Google otorgue 17 entradas a una palabra incorrecta, pero las otorga porque precisamente Google no atiende al estudio de la palabra desde un punto de vista semántico como lo haría la fuente apropiada de información: El diccionario.
Precisamente, al hilo de este asunto he podido encontrar una excelente reflexión de Juan Manuel de Prada en un artículo sobre Google publicado en XL Semanal en el que suscribe que "el conocimiento verdadero no consiste en una cumulación de datos desmenuzados servidos bajo una apariencia de veracidad, sino en una inmersión sacrificada en las raíces de nuestro acervo cultural. Así, el verdadero sabio actúa como quien excava un pozo, en busca de un agua preciosa que anida en las profundidades; naturalmente, desdeña los exhibicionismos fatuos y, cuando se decide a intercalar una cita en su discurso, lo hace porque se trata de una cita vivida, incorporada a su genealogía intelectual, como una semilla se incorpora a la tierra que la fecunda para transformarse en árbol frondoso".
Por tanto ¿A qué obedece semejante idolatría hacia Google? Probablemente la respuesta la encontremos en la vorágine en la que se ha transformado nuestro día a día y que despierta el afán por elegir en todo momento el camino fácil y rápido. Google, sin duda, es ese vehículo que nos transporta hacia la verdad de una forma confortable. Sin embargo, esa ausencia de esfuerzo no siempre nos conduce hacia el verdadero conocimiento. Juan Manuel de Prada también lo resume en su artículo cuando escribe que "el 'erudito Google' ignora que no existe conocimiento verdadero si no se otorga cohesión a esos datos que escupe a velocidad de ametralladora; no entiende que en ese caudal de información desparramada y caótica que obtiene en la pantalla del ordenador no se halla la fuente del conocimiento, sino, por el contrario, su refutación más palpable, pues la verdadera sabiduría es aquella que vislumbra una imagen estable del mundo, y no la que hace del mundo un carrusel acelerado, una girándula de artificio y banalidad, un caleidoscopio de impresiones fragmentarias y huidizas".
En definitiva, concedamos a cada herramienta el uso para el que fue concebida y sobre todo tratemos de adquirir conocimiento de un modo más académico y planificado. Mahatma Gandhi dijo que "nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa".
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Fuente: Juan Carlos Navarro – blog.juancarlosnavarro.es