El mundo al revés… O no
El cielo está arriba y el suelo abajo, así nos lo cuenta nuestro cerebro y así lo percibimos. Pero, ¿Qué ocurriría si nos pusiéramos unas gafas durante días que invirtieran las imágenes? ¿Estaríamos en el caos en un mundo al revés… o nuestro cerebro nos daría una sorpresa?
Desde hace mucho tiempo, los científicos se han planteado cómo vemos el mundo a través de nuestros ojos. Pese a lo cotidiano que nos resulta la vista, lo cierto es que el funcionamiento de la visión del ser humano a nivel cerebral es todavía un enigma en muchas de sus facetas. Y así, muchas cuestiones formuladas hace bastante tiempo aún siguen vigentes: ¿Vemos las cosas como algo innato o hemos aprendido a verlas a lo largo del comienzo de nuestra vida? ¿Qué capacidad tiene el hombre para adaptarse a un cambio drástico en la visión?
Buena parte de estas preguntas pueden responderse, en parte. Por ejemplo, hoy en día sabemos que no nacemos con la habilidad de distinguir caras o percibir la profundidad de los objetos. Eso sí, poseemos la capacidad para aprender a desarrollar estas habilidades tras el nacimiento. Pero si algo fuera mal en los periodos de tiempo críticos para el aprendizaje visual (el bebé quedase ciego o no recibiera los suficientes estímulos visuales) esas habilidades quedarían ausentes para siempre. Sin posibilidad de volverlas a aprender en épocas más tardías de la vida humana. Por otro lado, también poseemos habilidades visuales que podríamos llamar innatas. Por ejemplo, somos capaces de percibir movimientos al poco tiempo de nacer, sin un aprendizaje visual previo.
Una de las cuestiones más relevantes, planteada desde hace siglos, trata sobre la forma en la que nuestro cerebro nos permite ver las imágenes en la forma en la que las vemos. Resulta paradójico que las imágenes que capta la retina procedentes de la córnea y el cristalino son totalmente invertidas. Es decir, a la retina llegan imágenes donde lo que está arriba se ve como si estuviera abajo y lo que está a la derecha se ve a la izquierda, y viceversa. En la imagen de la izquierda puede apreciarse fácilmente en qué consiste este hecho.
Imagen invertida en la retina (Neuropsychology of Art) |
Así pues, si a nuestras retinas llegan imágenes invertidas, ¿por qué no vemos el suelo como si estuviera arriba y el cielo como si estuviera abajo? En definitiva, ¿por qué no vemos todo lo que nos rodea al revés? La explicación para esta contradicción reside en nuestro cerebro. Él se encarga de interpretar las señales que envían las retinas y de dar forma a la imagen que realmente vemos al final. De esta manera, el cerebro "endereza" de nuevo las imágenes captadas por las retinas permitiéndonos ver un mundo "a derechas".
Ante tal fenómeno, muchos investigadores se plantearon una duda. ¿Si nuestro cerebro es capaz de revertir unas imágenes invertidas procedentes de la retina, qué ocurriría si nos pusiéramos durante días unas gafas que invirtieran las imágenes? ¿Sería el cerebro capaz de volver a revertir las imágenes y volver a ver a derechas… o tal vez no?
El primer científico que realizó experimentos con gafas que invertían las imágenes fue el psicólogo George Stratton en 1896. Inicialmente, probó consigo mismo un monóculo que invertía las imágenes mientras tenía el otro ojo tapado. Durante las primeras 24 horas, veía todo completamente al revés, incapaz de llevar a cabo las actividades más sencillas y teniendo bastantes problemas para caminar.
Sin embargo, con el paso de los días Stratton comprobó que poco a poco iba realizando las tareas cotidianas con más destreza. Al quinto día ya era capaz de caminar con normalidad y, al cabo de una semana, afirmaba percibir el mundo al derecho. En otras palabras, parecía que el cerebro había "enderezado" su visión. Después de que eso sucediera, se quitó el monóculo que invertía las imágenes y, de repente, sentía que todo estaba al revés de nuevo y era incapaz, otra vez, de realizar tareas sencillas. Tuvieron que pasar varias horas hasta que pudo volver a adaptarse a esta nueva situación y tener una visión normal.
Así son unas gafas de imágenes invertidas (instructables.com) |
Stratton volvió a repetir estos experimentos, pero con gafas de dos lentes que invertían las imágenes a un pequeño grupo de personas. Los resultados fueron similares a los del experimento realizado por Stratton en sus propias carnes. Con el paso del tiempo, más científicos se animaron a realizar investigaciones similares, como Kohler en 1964 y Dolezal en 1982. Algunos de los sujetos de los experimentos llegaban a montarse en bicicleta, conducir coches e incluso alguno llegó a pilotar un avión con las famosas gafas de imágenes invertidas. Eso demostraba, sin duda, que existía una fuerte adaptación en las personas al estar continuamente viendo al revés. Pero, ¿se trataba exclusivamente de una adaptación en la coordinación motora y sensorial (que se ha demostrado que ocurre en todos los casos) o realmente la vista llegaba a enderezarse del todo?
En 1999 y en 2002, dos grupos de científicos volvieron a realizar experimentos con las citadas gafas en un grupo de personas para responder a la pregunta anterior. En todas ellas se observó una buena adaptación con el paso de los días. Eran capaces de realizar ciertas actividades con cada vez mayor habilidad. Pese a todo, cuando se les preguntaba a las personas del experimento si llegaban a ver completamente al derecho, éstas mencionaban que no, que seguían viendo al revés.
Entonces, ¿en qué quedamos? Si ahora nos pusiéramos unas gafas con imágenes invertidas, ¿terminaríamos viendo al derecho con el paso del tiempo o seguiríamos viendo imágenes invertidas? Por lo que se sabe en la actualidad, lo cierto es que no ocurriría ni una cosa ni la otra, sino una mezcla en ambas. Veríamos ciertos objetos invertidos mientras otros los veríamos al derecho, existiendo cierta confusión e incoherencia, una especie de rivalidad de percepciones.
De hecho, se han descrito bastantes fenómenos curiosos debido a esta mezcla de percepciones extrañas. Así, por ejemplo, en algunos sujetos con gafas de imágenes invertidas, al principio veían una vela o una taza café al revés, como el resto del mundo invertido que percibían. Sin embargo, algo extraño ocurría cuando se encendía la vela o se llenaba la taza de café. Las imágenes de estos objetos se volvían a poner al derecho. El cerebro habría interpretado que es imposible que la llama de una vela vaya hacia abajo y no hacia arriba, o que la taza de café se llene estando volcada hacia abajo y no colocada hacia arriba. Ante la visión de tales incoherencias, el cerebro respondió cambiando la percepción de estos objetos para que resultasen coherentes con la percepción interiorizada que tenemos de cómo funciona el mundo y, concretamente, de la fuerza de la gravedad y la combustión de una llama.
Fenómenos parecidos se han podido repetir en experimentos más recientes. Ciertos objetos pasan de ser vistos del revés al derecho según si esta percepción viola o no la ley de la gravedad. Lo que demuestra hasta qué punto estamos adaptados a vivir con ella, tanto como para cambiar la visión de aquello que vemos si es incoherente con esta fuerza atrayente. De forma similar, también se han cambiado la percepción de ciertos objetos cuando éstos entraban en conflicto con los sonidos escuchados.
Así pues, después varios días llevando gafas de imágenes invertidas, antes que un mundo al derecho u otro al revés, percibiríamos una extraña mezcla de objetos invertidos junto con otros al derecho. Un distorsionado mundo que nos recordaría que las leyes de la física están para cumplirlas y que nuestra visión no está precisamente exenta de hacerlo.
* Artículo redactado gracias a la colaboración de Norberto Grzywacz. Catedrático de Ingeniería biomédica de la Universidad del Sur de California y Director del Centro de Ciencias de la Visión y Tecnología de la misma universidad.
Fuente: Esther Samper – soitu.es