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Quiéreme mucho, la potencia escénica que enamora

Por Julio César Alcubilla
THP Internacional
Artes Escénicas /Récord Report

Partiendo de las declaraciones del elenco, "Quiéreme mucho", es una comedia de amor, todo lo que implica estar enamorados, lo cual no sólo refleja esa parte bonita, que ocurre al principio de una relación, sino que explora una serie de aspectos que incluyen una manera de vivir.

Escrita por Gustavo Ott y llevada a escena en su segunda temporada,  bajo la dirección de la actriz y directora, Verónica Arellano, con las interpretaciones de Margareth Aliendre y Angel Pelay. 

Nos ofrecen una deliciosa entrega, en el que la tolerancia, la emigración, el querer volver a la patria, el soportarse y el como las situaciones, pueden llevar a fragmentar una relación, en la que el amor, surge como un sentimiento sólido, develador y alma de la escena.

Esta obra es también el retrato, de que no todo lo que parece como decisión  es válido. Muchas veces nos lleva a desaveniencias, enfrentamientos, heridas, desilusiones.

Quiéreme Mucho es un canto al amor, a la exhortación de la cotidianidad, de las costumbres, en una propuesta atractiva, que logra trascender el espacio escénico, y rozar el alma, plena de recuerdos, empatia y reflexiones.

Cuatro personajes nos conducen a un viaje de existencias, hasta alcanzar la identificación con el sentimiento universal del amor. Por medio de una metáfora en la que los sentimientos y emociones son catapulta de la acción.

Acerca de la obra y su autor
Gustavo Ott, nos ha ofrecido con frecuencia en su dramaturgia, ese mirar con el contexto, con la esencia de una Venezuela jamás olvidada. "Mi país es mi primer amor, no dejo de visitarlo. Creo que toda mi obra tiene que ver con el país inventado y al tiempo evidente  en su tiempo"

Verónica Arellano estrenó esta obra, yo no la vi para aquel entonces, en el teatro San Martín en el 2017, constituyendo esta su segunda temporada. La obra "Quiéreme Mucho" fue publicada en 1991 y su estreno fue en los inicios del Teatro San Martín, llevada a escena con la actriz Verónica Cortés y el actor Alejandro Corona, alcanzando un notable éxito.


Análisis Crítico del hecho teatral
Me permito iniciando este análisis, citar a Bonnie Morin, quien profundizó en el legado de los renombrados maestros  Peggy Feury y Albert Morgenstern, cofundadores del Actors Studio con Lee Strasberg y Stella Adler, única pupila norteamericana de Stanislavsky.

"Lo más importante en la escena es el otro, pero como en la vida misma, no llegamos al otro sin antes constatar nuestros primer y segundo espacios".Considerando el primer espacio el Yo, el segundo espacio el lugar y el tercer espacio, el otro.

¿Por qué ésta cita?, en la escena de Quiéreme mucho, la meticulosa, precisa, semántica dirección de Verónica Arellano, nos enfrenta en primer lugar a una revisión de base del método de Constantín Stanislavsky. En el que el elenco, transita para luego exponer ese vital ejercicio de acondicionamiento, liderando con éxito en la escena, la voz, la mente, el cuerpo, como premisas indisolubles del juego de actores.

En Quiéreme Mucho el amor y sus verdades se nos ofrecen con el sabor de una comedia bien hecha. Que nos lascera el alma por momentos, hasta lograr arrancarnos lágrimas.

Dos historias de inmigración y amor entre dos generaciones distintas, que se nos exponen como cuadros simétricos. Ofreciendo sin equívocos, ese franco, libre, encantador universo escénico, tras la convección representativa bien lograda. 

Al referirme a la convección teatral que nos obsequia el espectáculo, me permito explicar ese acto de doblar frente al espectador, cada elemento representante (real), en otro representado (ficticio), tomando o dirigiendo su representación al público.

El cual impactado o manejado por la acción, alcanza al desdoblarse entre emociones, por el sólido aporte interpretativo de Angel Pelay y Margareth Aliendre.

Percibiendo sin darnos cuenta como espectadores, ese triángulo, en el que dos interlocutores nos invitan a ser parte de la escena como tercera persona, que asiste como observador.

La obra además expone a modo de comedia, el drama, con contenido modelado por el amor como esa fuerza telúrica que nos seduce y nos hace recordar, tiempos de felicidad en los 80.

Por otro lado la teatralidad emerge, a través de la solidez del trabajo de dirección de actores, elenco y texto. Unido todo ello a voz, dramaturgia corporal y alcance. Estableciendo entre la sala y la escena, constituyen una ilusión contaminante.

El espectador vibra al mismo tiempo que se desarrolla la escena. Viviendo cada impulso escénico, cada logro representativo. Nos divertimos y emocionamos, con latitudes, incluso sorpresivas, motivadas por el texto y su contenido.

Lo espacial y ese viaje al pasado de los 80, nos lleva a recibir un baño de nostalgia, que nos conmueve de recuerdos.

El  uso de la pantalla como elemento conectivo en la escena y el cine, escenas, momentos de fragmentos de películas que se materializan, por medio de figurantes. Momentos iconos, de las películas de aquellos tiempos, refiriendo al pasado y presente de la obra.

Propician en el espectador, recuerdos, nostalgias, anhelos, en definitiva un recurso escénico, interesante, que codifica emociones y sensaciones en el espectador.

En general el objetivo de este montaje, es conmover de manera emocional al espectador, logro sin duda alguna alcanzado con éxito y encanto. Para ello se vale de un elenco cuyo lenguaje gestual, propone un número de significados posibles.

Profundizando en el trabajo de actores
Angel Pelay y Margareth Aliendre, bajo la batuta de Verónica Arellano, rozan lo que los teóricos Berger en 1970, Kristina en 1997, Benett en 1990 y Konsan en 1997, consideraban como esa suerte de esfuerzo, precisión e impulso. Alcanzando esa representación concordante.

En la que la palabra forma parte eficaz dirigida como signos, presentados en la puesta en escena, a partir de una noble arquitectura de cada uno de sus personajes. Evidenciando con mayor potencia, en los roles de los ancianos, esa trascendencia. Unida y esto lo digo como consecuencia del análisis del contenido textual, que de alguna manera enfatizan en los parlamentos, realzando al personaje de la anciana Teresa, llevada a cabo con solidez por Margareth Aliendre.

Sin embargo este énfasis dramatúrgico no desequilibra a la obra. El público a partir de la palabra y los significados, es alcanzado sin fisuras. Develando un hecho teatral, comunicativo. En el que la escenografía clara, justa, sin mayores pretensiones, el ritmo, desplazamientos escénicos y elementos semióticos.

Nos invitan a una experiencia emotiva. Un aspecto que deseo además destacar es el referente a la iluminación, aquí me permito hacer una reflexión. Considero un gran esfuerzo para cualquier director, directora o puestista, no contar con los recursos técnicos necesarios, en una sala icono de nuestro acervo cultural teatral. 

Es realmente vergonzoso que la sala Rajatabla, no cuente a esta altura, con un disposivo técnico, en especial de luces, decente. Que permita a los creadores de la escena, contar con un dispositivo lumínico eficaz, entre otros aspectos de producción.

Sin embargo "Quiéreme Mucho", dirigida por Verónica Arellano, e interpretada por Margareth Aliendre y Angel Pelay, sobretodo en los roles de los ancianos Teresa y Alfonzo, redescubren ante el espectador, lo que Patrice Pavis había concluido. Ese significado, en el que la calidad de las actuaciones, aun determinantes para alcanzar ese logro, alimentado por el ejercicio de una minuciosa dirección, solidez en el dispositivo escénico y entrega orgánica. Para concebir un espectáculo encantador, tierno, memorable.

Fuente: Julio César Alcubilla Bonnet/Récord Report Internacional en THP/ArtesvEscénicas

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