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Otelo, la escena planteada por Javier Moreno
Para ésta versión que dirige Javier Moreno del clásico de William Shakespeare, resumo lo experimentado al asistir a la función de estreno el año pasado en BOD, de Caracas, como una reposición, por solicitud de mis lectores. En la misma he reeditado algunas consideraciones, luego de su reposición para El Festival de Teatro de Caracas, 2015
Por: Julio C. Alcubilla B.
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Acerca de la puesta en escena….Transformaciones, innovaciones irreverencias…. ¿no fue éste acaso el espíritu de William Shakespeare?…¿no podría incluso hacernos afirmar, que es una tarea vana subestimar la actualidad de éste creador?.
La percepción de ésta versión en su universalidad y propuesta contemporánea, amerita ser objeto de su exploración, a partir de comprender que un clásico de las artes escénicas, debe acercarse al espectador de hoy en día, siempre y cuando la propuesta teatral logre ser un producto eficaz. Que el mismo no alcance la caducidad por lo banal, lo exagerado o espectacular, sino por haberlo sabido interpretar, su director o "puestista"; estudiando y manejando su concepción cuando fue creado. Sin duda alguna esto podría significar ciertamente un desafío, un lance, concebir la dirección de actores para interpretar los personajes de Otelo, desde una atmósfera contemporánea, logrando transformar a los mismos a partir de su ritmo, semiología, vestuario, hasta sus caracteres puristas interpretativos y la teatralidad en manifiesto. Haciendo resaltar elementos que están en su autor y que se muestran como propicias herramientas, para desenmascarar un trabajo como éste, el que se impone por la intensidad del contraste.
El análisis previo en ésta visión de Otelo, nos induce a estar atentos de una propuesta rica en contexto y elementos. En la que el espacio escénico: escenario, escenografía, desplazamientos interpretados por los actores o creados por los mismos a partir de la mano del director, los recreado en su estética, responden a una cierta atmósfera en el que se encuentra presente el realismo mágico. Ya que en algunas escenas el tiempo observado se fractura, para dar paso a las acciones que al parecer involucran lo que posiblemente es el tiempo construido en la memoria o referencia del espectador, acerca del desenvolvimiento de sus personajes. O lo imaginado probablemente en el subconsciente del actor en comunión con el personaje, incluso arriesgando si concluimos que estamos al frente de una metáfora intimista, en la que la verosimilitud nos hace jugar con nuestra imaginación. Como en el caso de Rodrigo, interpretado por Francisco Obando, que de pronto irrumpe travestido, con un trabajo trascendente, en tono burlesco, o la escena de Brabancio.- Norma Monasterios, con su dialecto y acento italiano derruido, más propio de la orilla de un burgués de la época. O el Dux.- Jean Manuel Larrad, que propone en su gesto, lo oscuro de su personaje y quizás una aminorada fuerza interpretativa.
Todos representan a personajes sociales del alta estirpe, que se nos presentan con máscaras bufas, cual sátiros medioevales, mofándose de su investidura social, política y de la época en que vivían. Proponiéndose sorprender al público en ese juego incluso del teatro dentro del teatro, que más adelante despejaré ante mi lector.
Saborear los espacios recreados por nuestra imaginación, a partir de una propuesta adecuada en la comunicación teatral, más allá del valor de las actuaciones, que en éste caso son contraste, aciertos, elogios, poco concebidas con esfuerzo ya que al mismo tiempo acunan un trabajo orgánico que trasciende.Solo bastaría con comenzar a observar la concepción minimalista escenográfica, la cual es invitación para una estética reveladora, la misma si la observamos con detenimiento, quebranta la cuarta pared, al hacer presente un espacio que se adentra al público, permitiendo que el espectador sea parte de la escena.
Si profundizamos en ello, y vemos como los actores se desplazan a nuestro alrededor, aunque respetan nuestro espacio, podemos constatar que nos encontramos en un semicírculo, que nos conecta a la acción. En tal sentido estamos ante la presencia de una concepción clásica del montaje del teatro isabelino Shakesperiano. En el cual el semicírculo, desde su orígenes proponía que el público se sintiera acobijado en un útero de coexistencia teatral. Por igual identificamos ese espacio escénico que hacía referencia, a modo de pasarela de acciones… sin duda es una conexión penetrante, concebida bajo mi lectura, para impulsar conciencia o reflexiones en el espectador. Pues justo allí se logran escenas desenlace de alto impacto textual y subtextual, enérgicas interpretaciones de la acción.
Estos elementos se enriquecen con las aportaciones del elenco, sobre todo destacable en Antonio Delli como Yago, William Cuao como Otelo, revisable en los primeros 20 minutos de su abordaje interpretativo y Norma Monasterios, como Brabancio y Emilia, una actriz que siempre nos seduce por su temple y entrega. El subtexto es manejado en ésta propuesta más allá del autor; por momentos la escena permite identificar ese movimiento que nos ofrece cada línea del parlamento shakesperiano; en la que ocasionalmente sale a la luz un paralelismo, sobre nuestra sociedad actual removiendo el presente y rozando el absurdo.
En los momentos cómicos pero puntuales, como en la burla de las autoridades de Venecia, nos demuestra el director Javier Moreno, el análisis profundo que requirió su trabajo, para lograr una función impactante, evolutiva, reveladora, con ciertas revisiones, además de probables desniveles en la interpretación actoral; entendiendo que vi la función de estreno, aplaudo desde ésta primera función, lo que esencialmente es sólido.
Otros elementos a destacar: el vestuario, de Raquel Ríos, que nos brinda una lectura ciertamente poco ortodoxa del renacimiento, sin embargo en su revisión están presentes las bases de ésta etapa del periodo renacentista; que se ponen de manifiesto a través de uno que otro símbolo en el diseño del vestuario, de estilo contemporáneo y estilizada concepción escénica. Los grises, negros, azules, jeans, brocados derruidos, juegan en la escena en contraposición, con el vestuario utilizado por Desdémona; la cual se engalana de líneas de diseño contemporáneas, cuyo juego cromático resume su fragilidad interior: propuesta entre tonos hueso, cremas y telas ligeras. Las máscaras, magistralmente estudiadas y concebidas por David Morales, que junto al tocado, son fieles expresiones de atmósfera del teatro isabelino. El maquillaje, sin estridencias estilísticas de Jesús Javier Hernández, enfatiza la máscara teatral con ingenio. Iluminación, Musicalización, complementan esa semiótica poética de frugal contenido contemporáneo, en revisión por el Director Javier Moreno, bajo mi lectura, un espejo, que se desprende del teatro isabelino y se interpreta con códigos actuales.
Margarita Lamas, quien tuvo a cargo el Diseño de Producción, siempre es garantía para el éxito… ésta vez… es obra que trasciende.
El trabajo actoral
Antonio Delli es Yago: Un actor que se propone afrontar un personaje tan determinante como Yago, más que asumir un reto, debe mostrarnos la transfiguración del yo como catapulta de sus acciones. Delli lo logra, y creo firmemente lo comentado con muchos, está en su mejor etapa. Algunos críticos han develado su aproximación con éste trabajo, a lo realizado por Delli en la televisión venezolana, quebrantando en parte sus logros, revisables sin duda tales opiniones, sin embargo, considero que el lenguaje en su abordaje interpretativo, logra ser muy convincente, haciéndose tan cercano, tan íntimo, que nos convierte en confidentes de las acciones, confesiones y hasta cierto punto cómplices de su oscuridad. Como actor, su humanidad se hace indivisible con el personaje. Antonio Delli, es Yago, el clásico y el contemporáneo; el concebido por el dramaturgo y el versionado por el director. La emoción que experimenta en la escena al interpretar éste rol, nos convence que es un personaje anhelado en su carrera profesional, como el me lo confesó, previamente antes de ver ésta función.
Delli se permite traspasar los límites del fraseo poético, para lograr impulsar el contenido de su macabro rol, con energía y eficacia. Un instinto animal se apodera de sus desplazamientos escénicos, como espectadores descubrimos que en cada gesto, en cada movimiento, Yago olfatea la sala y enfatiza sus escenas con un trabajo orgánico, visceral, contundente, claro. En el que su inteligencia verbal y modo de decir o proyectar, nos ganan.
Willian Cuao es Otelo: En un comienzo, cerca de 20 minutos, Otelo se me presentaba como un trovador, que declamaba su parlamento…poco a poco, fue surgiendo el esperado, hasta terminar en elogios. Cuao se reinventa en éste proceso actoral, se propone lentamente conquistar al espectador y lo consigue. Su fuerza histriónica, cubre a la escena, sobretodo en la etapa media de la obra, develando su trascendencia, su viscerabilidad, y elocuencia gestual e interpretativa.. Lo revisable, pudiese ser por momentos, su manejo vocal e intermitencia interpretativa.
Norma Monasterios es Emilia y Brabancio: Abordar a Norma con éste trabajo, es comprender sus latitudes histriónicas y esa mezcla de profesionalismo e ingenuidad, que nos seducen. En el rol de Brabancio, más allá de la máscara y el atuendo, Norma nos ofrece una interpretación jocosa, armónica, diferenciadora, que le propone un trabajo de voz e intensidad en alza interpretativa. Mientras que en su rol principal, Emilia, su concepción shakesperiana sorprende, pues de seguro le valió grandes horas de investigación y estudio. Cada gesto de Emilia, cada desplazamiento escénico, responde a su misión… ser el reflejo de la dignidad amordazada por las circunstancias y la trama…. Probablemente aconsejable, sin embargo, mantener su fuerza interpretativa… por muy escasos momentos, el ímpetu de éste personaje central, puede llegar a debilitarla. Su resultado final, es tan acertado como su temple escénico.
Francisco Obando es Rodrigo: Un actor comprometido, prodigioso en su versatilidad escénica, genuino en su interpretación. Conquista por sus gestos, desplazamientos y sonoridad, en éste montaje su trabajo más sobresaliente y controvercial, es la escena cuando aparece trasvestido. Sin embargo, "Rodrigo", se vive en la escena, se siente, se hace uno con el público…
Joan Manuel Larrad, es Dux y Cassio: Interesante, denota compromiso aunque debilidad en su interpretación, amerita seguramente ese proceso de conquistarse a si mismo, de función en función.
Raquel Yanez, es Desdémona: Hermosa actriz sin duda alguna, su ímpetu interpretativo y esa energía estrepitosa, le restan valía a su interpretación. En pocos momentos, Desdémona se hacía presente y en muchos su fuerza, temperamento, energía se imponen. Le falta encantamiento, tal vez dulzura, ser esa "niña lascerada por el amor y la infamia…Pareciese ésto un contrasentido, pero ése ímpetu le hacen verse alejada de la interpretación de éste personaje, luciendo con escaso registro vocal, que permita develar la fragilidad emotiva del personaje "Desdémona" concebido por Shakespeare. Luce muy dispersa en el hilo conductor de sus acciones, en muchos parlamentos, su histrionísmo se desdibuja. Imaginé, que éste planteamiento escénico, amerita ser consultado.
FICHA TÉCNICA
William Cuao.- Otelo
Antonio Delli.- Yago
Raquel Yánez.- Desdémona
Norma Monasterios.- Emilia-Brabancio
José Manuel LLarad.– Dux-Casio
Francisco Obando.– Rodrigo
Escenografía.- Valentina Herz
Vestuario.- Raquel Ríos
Máscaras y Tocado.- David Morales
Maquillaje.- Jesús Javier Hernández
Iluminación.- Francisco Cuervo
Música Original.- Mladen Horvat
Versión y Dirección.- Javier Moreno
Asistente de Dirección.- Edisson Spinetti
Productora de campo.- Kristelly Zambrano
Prensa.- Daisy Álamo
Redes Sociales.- Claudia Noguera
Fotografía de la imagen.- Rafael Borrachero/ Contra la pared Estudio Fotográfico
Diseño.- Angel Seoane
Coordinación Gráfica.- Queiroz Publicidad C.A.
Diseño de Producción.- Margarita Lemas
Fuente: Lic. Julio C. Alcubilla B.-
Artes Escénicas