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«Más allá del muro», interpretación actoral hecha arte (segunda entrega)

A comienzos del mes de Julio, destaqué en una entrevista el elogioso trabajo de Ileana Hernández en su más reciente montaje, "Más Allá del Muro", obra dirigida por William Cuao. La misma en el 2014 le valió la mención especial como "Mejor Actriz" a ésta venezolana, en el Festival Iberoamericano de Teatro Cumbre de las Américas de Mar de Plata. Les ofrecí mis aportes luego de una entrevista que aspiraba hacerle a su connotado director, la cual no se ha llevado a cabo aún, aquí mis valoraciones. 
Por: Julio C. Alcubilla B. 
Análisis Crítico del hecho teatral
Twitter: @editorglobal
Telf. +0412-200.53.90 (Venezuela)
Para conocer en perspectiva el trabajo ofrecido por ésta destacada actriz, la cual denomino sin titubear "Señora de Tablas",  parto de dos definiciones que me parecen de vital contenido reflexivo en lo referente al monólogo dramático:

"Poema lírico que revela 'un alma en acción' mediante la conversación de un solo personaje en una situación dramática. El personaje está hablando a un oyente identificable pero silencioso en un momento dramático de su vida. Las circunstancias que envuelven la conversación, de la que solamente oímos una parte como un monólogo dramático, se hacen evidentes mediante la implicación y se da una visión profunda de la naturaleza del hablante…
…Las palabras de un único personaje que revela en su discurso su propia naturaleza y la situación dramática en que se encuentra. Supone la presencia de un hablante, de un auditorio implícito y de un marco escénico. A diferencia del soliloquio teatral, en el cual el lugar y el tiempo han sido previamente establecidos y en que el personaje está solo, el monólogo dramático revela por sí mismo el lugar, el tiempo, y las identidades de los personajes. El monólogo dramático revela la personalidad total del hablante en un momento significativo"…
El análisis de la obra "Más Allá del Muro" en ésta segunda entrega, se refiere al trabajo interpretativo el cual a mi modo de ver nos permite un arte debelador producto de una meticulosa y orquestada dirección, unida a un talento pleno de retos, nuevos horizontes, un talento que se reinterpreta. Su alcance revisa las improntas del conocimiento del monólogo dramático, el cual según los grandes teóricos se  concibe y se realiza desde un "yo"  o primera persona, que habla (narra, informa, comenta, etc.) Ileana nos ofrece una historia inspirada en el comienzo y final de una dictadura en la década de 1950, protagonizada en su rol de "Ana María Pérez". Una mujer presa de sus circunstancias que se convierte en víctima y cómplice en una Venezuela de un espacio de cambios (1958). El silencio…la hace presa de su destino, en Venezuela o en cualquier tiempo y espacio de Latinoamérica, donde impera la violencia y muerteUn tiempo en el que se calla y complace como única estrategia para sobrevivir. Ana María tiene un objetivo claro: buscar una salida que la libere de sus culpas y la lleve a "Más Allá del Muro", pero las autoridades han cambiado… Ya no es parte de los "otros", tiene el camino truncado, le faltan firmas, sellos, documentos, requisitos… le falta tiempo.
Estamos en presencia de ese "yo" poemático, destacado por los puristas, que se trasfiere a esta intérprete basado en acontecimientos históricos. El mismo surge como centro de las acciones y al mismo tiempo permite que el personaje se revele ante sí mismo, en esa  relación con el tiempo inexorable y la pérdida de los valores más fundamentales de su vida. Surgiendo una autorrevelación que nos induce como espectadores a captar la atención embebida de distanciamiento brechtiano,  permitiendo a su vez que el trabajo de autor quede por demás asegurado.
Observamos en el desarrollo del personaje "Ana María Pérez" que su forma y corpus  dramático, inundan la sala con verosimilitud, logrando el carácter expuesto, según lo que apuntase el teórico de las artes escénicas Robert Langbaum, llega a "una perspectiva extraordinaria", la misma por momentos nos induce como público a ser contrastada nuestra lectura con las expectativas inquietantes que traíamos al montaje y esa búsqueda de complacencia ética asegurada por la actuación convincente.
Sus intervenciones, así como sus reacciones y gestos, quedan claramente reflejados mediante las palabras; no podemos escapar de su fuerza y esta técnica "modelada a pulso por el director William Cuao", quien le otorga la arquitectura necesaria para ser de éste monólogo algo grande. Flexibilidad y movimiento se alternan con el instrumento de sus desplazamientos escénicos y de la dramaturgia del cuerpo. 
Nos hacemos interlocutores de su discurso, logramos una lectura redondeada hasta el punto que la situación dramática nos permite descansar en reflexiones poéticas de profundo contenido humanista, convirtiendo esta entrega en una pieza autosuficiente capaz de ser energía contemplativa, más allá del acento interpretativo, hasta gozar con el encantamiento de símbolos corpóreos de la actriz y utilización acertada de nobles elementos semióticos, unidos a un vestuario pensado para escenas trascendentes de notoria estética europea.
Ileana Hernández nos permite así lograr lo que reconocemos como objetivación del hecho poético en una lectura satisfactoria, aunque rasante de las exigencias de estilo de una época.  Su desenvolvimiento selecciona el modo de decir las palabras eligiendo como estrategia, conseguir el impacto calculado de su interlocutor, el público. Dotando a cada uno de sus mensajes y a su intencionalidad de una fuerza casi metafísica, la cual se impone sobre la autorrevelación. Entra en el  soliloquio teatral y en el monólogo interior, expresándose libre y despreocupadamente reflexiva. Y es allí cuando la autorrevelación del personaje "Ana María Pérez", construye la finalidad directa de ese impacto que precipita en el espectador reflexiones: motivos, deseos, propósitos, etc. Finalmente, el público opta por extraer del contenido, la interpretación y el sentido de las palabras, alcanzando una consecuencia infalible: esta obra no es separable de los hechos y es en este sentido psicológico e histórico, co-extensiva con los hechos del país, personaje y del contexto histórico que la engendra. 
Un trabajo actoral que además es enunciativo del universo psicológico del personaje, implicando necesariamente que su eficacia dramática, no sólo se queda en lo antes expuesto, sino que intenta una paradoja entre lo que se podría denominar como mensaje directo y mensaje indirecto. Es decir, entre lo que dice el personaje y el significado real de cuanto dice en su discurso, generando la verdadera revelación de un trabajo de elevado tenor. Su vehemencia interpretativa nos lleva a un punto de vista en el que la experiencia, se traduce en un viaje de existencias reflexivas. Aspirando que finalmente se ha de romper el muro, con el interlocutor/público y obtener una comprensión diferente o por lo menos más completa que la que le está permitida la historia.

En una próxima entrega, análisis de la puesta en escena y trabajo de dirección. 

Fuente: Julio C. Alcubilla B.-
Artes EScénicas/Análisis Crítico del hecho teatral

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