¿Para qué sirve la ciencia?
Hace tiempo escribí un artículo en el blog Hal 9000, sobre por qué es necesaria la investigación en ciencia básica, que aparentemente no tiene una aplicación práctica, o al menos, no parece tenerla de forma inmediata (y recurro al mismo dicho popular). Creo que puede ser apropiado para esta ocasión, así que lo reproduzco aquí:
¿Para qué sirve la ciencia?
Cuando en algún periódico online, blog, o cualquier sistema de noticias que permita cierta interactividad con los usuarios, aparece alguna noticia relacionada con disciplinas científicas un tanto «alejadas» de la vida cotidiana, como puede ser la cosmología, astronomía, o mecánica cuantica, inevitablemente aparecen comentarios críticos con el gasto que supone todo eso, y que antes de perderse en los misterios del universo, más valdría resolver problemas más inmediatos, como el hambre, la pobreza, o la guerra (siendo muy diplomático, ya que por norma general, estos comentarios suelen estar bastante subidos de tono).
Dadas las millonarias cifras del coste de la construcción de un acelerador de partículas, o una misión espacial, parece comprensible que haya voces que pregunten por qué no se usa ese dinero para algo con beneficios más tangibles. Pero pensando únicamente en aplicaciones prácticas e inmediatas, en fin, en soluciones a corto plazo, caeremos en un error del que nos previene el dicho popular «pan para hoy y hambre para mañana». Basta con pensar en los adelantos de la medicina actual, en las enfermedades que se han erradicado, y en las vidas que ha salvado. No habríamos llegado hasta aquí sin científicos que se dedicaran única y exclusivamente a «la ciencia por la ciencia».
Un ejemplo clásico
Se dice que cuando Michael Faraday explicó su descubrimiento de que un imán en movimiento inducía corrientes eléctricas en un conductor, el primer ministro británico de la época, Robert Peel, le preguntó «¿Y esto para qué sirve?», a lo que Faraday respondió «¿Para qué sirve un recién nacido?». Esta es una de mis anécdotas históricas favoritas, tanto por la ingeniosa respuesta de Faraday, como por la filosofía subyacente.
Resulta que todos los generadores eléctricos que transforman energía mecánica en eléctrica, se basan en ese principio: una fuerza mecánica externa (la caída de agua en una presa, o la velocidad y presión de un gas calentado, por ejemplo) actua sobre unas palas o una turbina, haciéndola girar. Este movimiento giratorio se transmite a una bobina que gira dentro de otra. Una de las dos (no importa cuál) genera un campo magnético que induce corrientes eléctricas en la otra debido al movimento relativo entre ellas.
Un mundo sin este tipo de generadores, sería básicamente un mundo sin electricidad. Un mundo sin teléfono, radio, televisión, ni nigún tipo de comunicación instantánea a distancia. Un mundo sin vehículos eléctricos o de motor de explosión (es necesaria una chispa para la ignición, y ésta proviene de la bujía, que funciona con electricididad). Un mundo sin aviones, sin luz eléctrica, sin aspiradores, sin ascensores. Un mundo sin ecografías, tomografías, marcapasos o desfibriladores. Un mundo como el de principios del siglo XIX, en el que determinadas comodidades que nos parecen básicas, sólo estaban al alcance de personas con alto poder adquisitivo.
Un ejemplo actual
A pesar de esta lección de historia, uno podría estar tentado de pensar que eso no podría aplicarse a campos como la astronomía. ¿En qué puede ayudarnos el observar objetos tan lejanos? Pues bien, gracias a la astrofísica, sabemos cómo «funcionan» las estrellas. Una estrella es una inmensa masa de plasma formada principalmente por hidrógeno (en el caso de estrellas jóvenes). Este hidrógeno es comprimido y calentado por la propia gravedad de la estrella, de forma que en su interior se produce una reacción nuclear de fusión, en la que átomos de hidrógeno se unen para formar átomos de helio, desprendiendo una enorme cantidad de energía en forma de luz y calor. Esta reacción nuclear es la que mantiene a la estrella brillando, durante la mayor parte de su vida, hasta que el hidrógeno comienza a agotarse, y se inician otras reacciones de fusión, en la que se obtienen elementos cada vez más pesados.
¿Y esto es de utilidad? Pues sí. Puede que a muchos os suene eso de la fusión nuclear, aunque no por la astrofísica, sino por las noticias relacionadas con el proyecto ITER, que pretende construir un reactor de fusión nuclear viable. Y es que la fusión nuclear, esa misma que ocurre en las estrellas, sería la solución a nuestros problemas energéticos, y a la contaminación y alteración del medio ambiente que producen nuestras plantas energéticas actuales. Es una fuente de energía muy eficiente, ya se obtiene una gran cantidad de energía a partir de poco combustible. Es no contaminante, ya que el combustible es hidrógeno, y el residuo es helio. Y es casi inagotable, ya que el hidrógeno es increíblemente abundante en nuestro planeta (muchísimo más que todos los combustibles fósiles juntos). De hecho, es el elemento más abundante del universo.
El único problema es que esas reacciones nucleares suceden a millones de grados centígrados, y en unas condiciones de presión extremas, por lo que hoy por hoy, somos incapaces de utilizar esa fuente de energía. La misión del ITER es precisamente investigar una forma de construir un reactor de fusión nuclear viable. Para ello, todos los conocimientos que se puedan aportar sobre los detalles de estas reacciones, serán de gran importancia. Y parte de estos conocimientos pueden venir de la observación de estrellas, ya que son los únicos reactores de fusión nuclear existentes que conocemos.
Fuente: Alf – malaciencia.info