La ciencia como transformadora del mundo
La ciencia transforma el mundo que nos rodea.
Estrictamente hablando la ciencia es un método de conocimiento de la realidad cuyas bases se establecieron en el siglo XVI de la mano de Francis Bacon. El método científico para él consta de cuatro pasos:
1. Observación. Se observa un fenómeno y se toman datos.
2. Elaboración de hipótesis. Se hacen hipótesis que puedan explicar los datos recogidos.
3. Predicciones: a partir de las hipótesis se hacen predicciones sobre lo que va a pasar.
4. Verificación. Se contrasta que la realidad coincide con las predicciones. En este punto muchas veces es necesario hacer experimentos, pues ellos son las predicciones.
El problema con esta definición es que grandes pensadores anteriores como Aristóteles o la Biblioteca de Alejandría que, sin duda, fue el primer centro de investigación en sentido moderno de la historia de la humanidad, pues en ella había científicos pagados para que dedicaran todo su tiempo a desentrañar el funcionamiento de la naturaleza: astrónomos para fijar el calendario y elegir los mejores momentos de realizar las labores agrícolas, jardines botánicos para experimentar con nuevas plantas, centros de disección para conocer mejor la anatomía humana y poder curar mejor, estudios de hidráulica para tener mejores depósitos de agua,…
Sería absurdo no considerar ciencia a ese conjunto de estudios sistemáticos.
Hoy en día somos muy dados a diferenciar ciencia de tecnología como si fueran cosas muy distintas. Se nos dice que la ciencia es el estudio teórico que planta las bases sobre las que se cimenta la tecnología. Primero ciencia, después tecnología. Eso suena muy bonito y muy lineal; solo tiene un problema: que no es cierto. Basta con que nos fijemos en la máquina de vapor, primero hubo máquinas funcionando, máquinas que abrían las puertas de los templos en Alejandría, máquinas que achicaban aguas en las minas españolas e inglesas, máquinas que movían trenes,… y después se creó la teoría de la termodinámica. Después, no antes.
Con la aviación tenemos otro ejemplo palpable. Los hermanos Wright hicieron volar su máquina mucho antes de que se estableciera la ciencia del vuelo. En la radio ocurrió algo parecido, Marconi transmitió desde América a Europa cuando la ciencia decía que no se podía hacer. Y en medicina el hecho es clamoroso, la práctica había encontrado hierbas, procedimientos de actuación que funcionaban mucho antes de que nadie supiera por qué.
Ciencia y Técnica siempre van mezcladas y funcionan enredadas. A veces la ciencia va por delante, otras veces va por detrás. La ciencia influye en la técnica y la técnica influye en la ciencia. Por ejemplo, una nueva herramienta cambia drásticamente el modo de hacer ciencia. El ordenador, un producto mucho más de la técnica que de la ciencia –con matices– ha cambiado el modo de hacer ciencia de arriba abajo. No ha dejado "títere con cabeza".
Así que permítanme un enorme salto hacia atrás. Nos vamos como mínimo 2 800 000 años atrás. Es entonces cuando en África aparecen las primeras herramientas de piedra de las que tenemos constancia. Son herramientas muy sencillas que permiten machacar para sacar el tuétano de los huesos, o cortar lo que permiten obtener más carne de las piezas de caza.
Los machacadores más que una elaboración es una selección de la piedra adecuada, algo que también son capaces de hacer los chimpancés, aunque luego veremos que con mucha menor precisión que nosotros. Vamos a fijarnos en los cortadores. Se necesita elegir una piedra y después golpearla del modo adecuado para que se cree un filo. Parece una labor sencilla, sin embargo, si se la encargáramos un chimpancé fracasaría rotundamente; la razón es muy simple, no tienen la maquinaria cerebral adecuada para hacerlo. Estamos muy orgullosos de nuestro neo-córtex y solemos decir que en él se encuentran las mayores diferencias con los chimpancés. Es cierto que nuestro neo-córtex es mayor que el de los chimpancés; pero si nos fijamos en el cerebelo nos llevaremos una tremenda sorpresa: el nuestro no es solo mayor sino que es muy distinto del de los chimpancés. Está formado por unos tres mil millones de neuronas que, entre otras cosas, permiten la realización de movimientos muy precisos con nuestras manos, pies y aparato fonador. Movimientos muy precisos, esa es la frase clave.
Inmediatamente la imaginación nos lleva a aquellas remotas edades, antes de la existencia de cortadores, y pensamos en un antecesor del Homo sapiens, que se da cuenta de que si tuviera una piedra afilada podría sacar mejor la carne de las piezas cazadas. Y lo haría en menos tiempo evitando con ello que otros animales se acercaran. Intenta golpear la piedra con otra para realizar el filo y se encuentra con que sus movimientos son muy torpes. Es muy difícil golpear exactamente donde sus ojos le indican (todavía no se ha desarrollado el nuevo cerebelo). Con mucho esfuerzo y tras años de mejorar la técnica, lo logra. De ese modo consigue sacar más rendimiento a la caza y lo que es más importante, logra alimentar a sus hijos. Entre sus hijos los hay con mejor capacidad de golpear con precisión y los hay con menos. En una situación de alimento abundante ese rasgo no tiene demasiada importancia; pero cuando el alimento escasea, ser capaz de hacer herramientas que favorecen sacar más comida –tuétano y carne– de la caza se convierte en decisivo. Nuestros antecesores son los que movían las manos con más precisión.
En este momento se inicia la "lucha" evolutiva: empieza a funcionar la selección natural. Y dejan más descendencia aquellos que son capaces de realizar movimientos más precisos. Herramientas y cerebro coevolucionan. Un cerebro capaz de realizar movimientos más precisos permite hacer herramientas mejores que permiten sobrevivir. Mejores herramientas implican un "mejor" cerebro (mejor en el sentido mayor precisión de movimientos). Un mejor cerebro permite hacer mejores herramientas y da facilidades de supervivencia.
Si decimos que las herramientas –la tecnología– nos hicieron humanos, no estamos hablando tan solo de una metáfora, estamos hablando de una realidad. Nosotros somos el producto de la coevolución entre herramientas y cerebro. Las herramientas no solo cambiaron la sociedad, cambiaron nuestra anatomía.
Esos movimientos precisos propiciaron otra característica muy humana: el lenguaje. Aunque a simple vista no lo parezca, hablar exige la coordinación muy precisa de muchos músculos. Algo que los chimpancés no son capaces de hacer y nosotros sí. Casi con seguridad que esa capacidad de hacer los movimientos finos que se necesitan para hablar la heredamos de los fabricantes de herramientas.
Normalmente cuando hablamos del lenguaje no solemos pensar en que se trata de una tecnología de comunicación inventada por los humanos. Probablemente haya sido la tecnología que más haya influido en la sociedad. El lenguaje ha permitido infinidad de cosas, desde la coordinación para la caza, hasta revolucionar la enseñanza. Los chimpancés aprenden por imitación y los padres pueden enseñar a los hijos cómo hacer una cierta cosa simplemente haciéndola despacio al lado de ellos. Nosotros somos capaces de enseñar sin necesidad de realizar el acto concreto en que queremos formar. Podemos explicar, podemos hacer esquemas, podemos decir que los alumnos se imaginen un escenario… El lenguaje es la mejor herramienta de cohesión social y de enseñanza de la que disponemos.
Creo que pocas dudas hay de que el lenguaje es una de las herramientas que nos hicieron humanos, por lo que no voy a insistir en el tema. Simplemente volver a señalar que el lenguaje es una técnica inventada por nosotros.
Otra de las cosas que propiciaron las herramientas fue el fuego. No se sabe cuándo se logró producir fuego a voluntad, pero algunos arqueólogos –por ejemplo Richard Wrangham– defienden que fue hace cerca de dos millones de años y que ocurrió en la el este de África, donde abundan las piritas. Las piedras de sílex que usaban para hacer herramientas, al chocar con las piritas producen chispas que se pueden usar para hacer fuego. El fuego permitió cocinar. Muchos productos aumentan enormemente su valor nutritivo cuando se cocinan. Por ejemplo, tubérculos, ciertos vegetales e incluso carne, pues si la comemos asada o cocida evitamos parte del gasto energético para digerir. De hecho, Wrangham nos habla de varios experimentos recientes donde se ve que una dieta de "todo crudo" no es posible para nosotros. Eso significa varias cosas, la más sorprendente es que nuestro intestino es mucho más corto y las mandíbulas más pequeñas que los de otros primates porque cocinamos. También significa que dedicamos menos energía interna a la digestión, que la hacemos más rápidamente y que podemos dedicar más tiempo a la caza o al ocio. No todos los arqueólogos están de acuerdo con Wrangham, de hecho, la mayoría piensa que el cocinar es muy posterior; no me importa demasiado en este momento; simplemente quiero que piensen que si es cierto, de nuevo, una tecnología, la cocina, ha cambiado nuestra anatomía. Quiero insistir en que la tecnología cambia nuestra sociedad e incluso nuestra anatomía.
Los animales de caza emigran de unos lugares a otros, más al sur en invierno, más al norte en verano. De eso sin duda que se dieron cuenta nuestros antepasados y, sin duda, que tuvieron que encontrar formas de saber cuándo ir a cazar a ciertos sitios. Sin duda que se dieron cuenta de que el cielo cambia a lo largo del año y que se repite periódicamente. "Cuando al anochecer se ve la constelación de Tauro en el este es el momento de salir para cazar…". La astronomía surge no solo como curiosidad sino como una necesidad para la caza.
Hace unos veinte mil años que empezamos a domesticar animales; uno de los primeros fue el perro. Después fue el ganado ovino y bovino y más o menos al mismo tiempo empezaron a domesticarse plantas. La agricultura y la ganadería son tecnologías que también nos han cambiado para siempre. En primer lugar nos hizo sedentarios, la sedentarización dio origen a las ciudades, las ciudades necesitaban de la escritura,… Una tecnología, la agricultura y ganadería, dio origen a otra tecnología: la escritura. Pero de eso ya se ha hablado mucho; hoy –ante ustedes, que están relacionados con la salud– quiero hacer énfasis en otros temas. El primero es que al convivir con los animales, las enfermedades y los parásitos de ellos en muchas ocasiones pasaron a nosotros. No es lo mismo vivir aislados en pequeños grupos de humanos que en grupos mayores con animales. Sin duda, eso tuvo que producir una evolución de nuestro sistema inmunológico. Tuvimos que hacernos resistentes a los parásitos de muchos animales. El problema es que hasta hace muy poco no podíamos seguir los rastros de la evolución de dicho sistema. Pero estoy seguro de que fue así, nuestro sistema inmunológico evolucionó con la agricultura.
Cuando se domesticaron los cereales –cebada, trigo y avena– ocurrió algo importantísimo para nosotros. Cambió la dieta. Hasta entonces, nuestro suministro de vitamina D, sobre todo por la caza tanto menor como mayor, era suficiente; pero al pasar a una dieta consistente fundamentalmente en cereales, el aporte de vitamina D no era el suficiente. La falta de vitamina D, como ustedes saben mejor que yo, produce raquitismo. Pero, en nuestro organismo hay proto-vitamina D que se convierte en vitamina D con la radiación ultravioleta del Sol. Al comer alimentos en los que escaseaba la vitamina D se convirtió en decisivo el aporte de luz UV. Las pieles oscuras dejan penetrar menos cantidad de luz UV que las claras; así que surgió una presión evolutiva muy importante para que la piel se aclarase. Si esta hipótesis –que es de Cavalli Sforza– es correcta, la agricultura nos hizo blancos. Una tecnología –la agricultura– hizo que nuestra piel cambiara de color.
El ser humano, como la mayoría de primates y mamíferos, utiliza la leche de la madre tan solo en las primeras etapas de la vida; después se hacen intolerantes a la lactosa. Con la domesticación de animales que producen leche –ovejas, cabras, vacas, camellos, yeguas– ocurrió algo sumamente interesante. Aquellas personas que eran capaces de aprovecharse de la lactosa, tenían alguna ventaja sobre las que no lo eran, por lo que surgió una presión evolutiva para tolerar la lactosa entre los pueblos que pastoreaban con animales que producían leche. Los análisis genéticos demuestran que esa tolerancia a la lactosa se desarrolló tres veces por separado. En los pueblos que nunca pastorearon con ovinos o bovinos –como es el Japón– no han desarrollado la tolerancia a la lactosa. Otra tecnología –el pastoreo– ha modificado nuestros genes para hacernos tolerantes a la lactosa.
Es curioso pensar que nuestros genes son los que favorecen nuestro desarrollo cultural y que nuestra cultura modifica nuestros genes. Todo a la vez, cultura y genes enredados.
Con la aparición de la escritura, ocurre algo interesante: lo escrito es capaz de superar las barreras del espacio y del tiempo. Un escrito en Egipto, puede llegar perfectamente a Babilonia. Y las tablillas que escribieron en Nínive hace casi cuatro mil años podemos leerlos hoy en día en cualquier parte del mundo. Además la escritura permite acumular conocimientos. En una cultura oral, muchos conocimientos se pierden cuando mueren los únicos que lo conocían. Por ejemplo, cuál era la mejor forma de actuar ante un tipo de enfermedad. Si se trata de una enfermedad que se repite cada pocos años, hay muchas personas que recuerdan la mejor forma de actuar; pero si es una enfermedad que surge cada dos o tres siglos, cada brote es "nuevo". Prácticamente nadie lo recuerda, salvo en posibles leyendas. Por esto mismo, en las culturas ágrafas el papel de los abuelos es fundamental, como almacén de conocimientos y en las culturas con escritura ese papel de los abuelos –que no otros– se ve minimizado.
Hoy en día podemos leer los recuerdos de una gran inundación que ocurrió en Summer hace casi cinco mil años –poema de Gilgamesh. La escritura permite acumular conocimientos. Los conocimientos no se pierden porque se mueran los únicos que lo sabían.
La escritura es la herramienta que nos ha lanzado a la civilización.
La imprenta no es nada más –ni nada menos– que una nueva vuelta de tuerca al tema de la escritura. La escritura acumulaba conocimientos y permitía su difusión a lo largo del espacio y del tiempo pero entre las pocas personas que sabían leer y que tenían suficiente poder económico para adquirir un libro. Se calcula que una copia de la biblia, por los métodos manuales, costaría el equivalente a tres millones de euros.
La imprenta bajó el precio de las copias. Lo bajó drásticamente. Ahora el saber –la sabiduría acumulada– estaba a la mano de muchas más personas. Cada vez más y más….
La imprenta –una nueva tecnología– revolucionó el saber. Revolucionó la sociedad. Antes de la imprenta un nuevo sistema de cultivo, como pudiera ser la rotación y el barbecho tardaba siglos en llegar a todo el mundo; ahora un libro llegaba a todas partes en muy poco tiempo. Recetas para una agricultura más eficaz, o manuales de artesanos tuvieron un gran éxito lo mismo que formas de hacer contabilidad.
Antes de la imprenta las tablas de navegación solo podían ser adquiridas por unos pocos; muchas veces eran secretos de guerra. Con la imprenta, al bajar en precio, cualquier capitán podía tenerlas, y la navegación se hizo mucho más popular y sistemática.
La imprenta inicialmente tenía un sentido religioso –copias de la Biblia– que muy pronto fue complementado por manuales de artesanos de distintos gremios. La imprenta ayudaba a difundir el saber. El saber se acumulaba y se popularizaba.
Las nuevas ideas científicas/técnicas en muy pocos meses llegaban a todas las esquinas del mundo. Las ideas se discutían, se hibridaban … [*La ciencia se aceleró* ].
Y quizá de un modo inesperado, la imprenta creo las hojas de noticias. Hojas donde se comentaban los hechos más relevantes para una población. Eran los periódicos locales. En ellos no faltaban las críticas a los gobernantes, o las sugerencias sobre cómo hacer las cosas. Casi sin querer y de una manera espontánea surgió la prensa que muy pronto demostraría ser el elemento crucial de la democracia.
Casi con seguridad que una nueva tecnología –la imprenta– dio origen a la democracia.
A finales del siglo XIX la ciencia adquiere carta de naturaleza como el motor de bienestar y del cambio para mejor.
Al comprender que muchas enfermedades tenían un origen bacteriano, enseguida llevó a la higiene como consecuencia. Es increíble que Ignaz Semmelweiss fuera vituperado por proponer que para atender a un parto había que lavarse. Muchos creen que han sido los ingenieros de obras públicas, al hacer alcantarillados y canalizaciones de agua potable, los que más muertes han salvado. El conocimiento del origen de muchas enfermedades cambió la estructura de las ciudades, la sociedad y la actitud ante las mismas.
A principios de siglo al extenderse la electricidad –mitad ciencia, mitad técnica– por las ciudades, produjo un cambio drástico en la iluminación y en las enfermedades pulmonares que los humos de las lámparas antiguas producían. Además la electricidad trajo una consecuencia inesperada: el skyline de las ciudades cambió para siempre. Los rascacielos solo son posibles con ascensores, que se hicieron factibles con la electricidad. [*La electricidad creó los rascacielos y las ciudades compactas* +.
Por la misma época el automóvil desterró a los coches de caballos. Y las ciudades antes infestadas de moscas que se alimentaban de los excrementos de las caballerías desaparecieron.
El automóvil también aportó movilidad y que algunas ciudades crecieran a lo ancho.
La electricidad hizo que las ciudades crecieran a lo alto, el automóvil a lo ancho.
El teléfono trajo muchas consecuencias. Los agricultores podían enterarse del parte meteorológico o del precio en el mercado de sus productos y actuar en consecuencia.
El teléfono permitió relacionar de un modo muy efectivo al productor y al consumidor. Una vez que se extendió el uso del teléfono dejo de ser opcional eran una condición "sine qua non" para hacer negocios.
La radio inicialmente asumió alguno de los papeles del teléfono: parte meteorológico, noticias. Ya no hacía falta llamar, bastaba escuchar. Y aportó entretenimiento. Pero quiero señalar que la radio tuvo un papel decisivo en la transmisión del saber. En una zona concreta, ante una plaga, o una sequía los expertos decían por la radio cómo actuar. La radio era el altavoz que llegaba hasta los lugares más remotos, incluso a sitios donde no llegaba la prensa, o que no lo hacía con la rapidez necesaria.
Teléfono, radio y automóvil cambiaron drásticamente la vida de los agricultores –que era la mayor parte de la población a principios del siglo XX.
En 1928 ocurrió algo sumamente interesante para la sociedad actual, Alexander Fleming descubrió la penicilina. Inicialmente no sirvió para gran cosa, pero al finalizar la Segunda Guerra Mundial, cuando se perfeccionaron los sistemas de fabricación masiva de antibióticos, se revolucionó la medicina para siempre. Muchas de las enfermedades que eran mortales pasaron a curarse.
Nuevas vacunas, nuevos antibióticos… todo fue cambiando la sociedad y la percepción de la enfermedad. Por poner tan solo un ejemplo, tener tuberculosis era una condena a muerte, con los antibióticos era una enfermedad que se curaba; se quitó parte de su aureola de "enfermedad romántica" para ser una enfermedad curable.
La píldora anticonceptiva. En 1960 se empezó a comercializar la píldora anticonceptiva Basada en un estudio científico de primera magnitud: conocer cómo funciona el sistema hormonal que da origen al embarazo. Puede parecer trivial, pero tal vez hay que ver cómo era la vida sexual de las parejas antes y después de la píldora. La píldora permitió planificar la familia. El número de hijos y cuándo llegaban dejó de ser un tema de azar para convertirse en algo planificado. Esa planificación fue una de las razones por las que la mujer se pudo incorporar al mundo empresarial con pleno derecho. Estoy convencido de que la "píldora" ha sido el invento que más ha transformado la sociedad de la segunda mitad del siglo XX.
En 1953 se produce un hito importantísimo: Franklin, Crick y Watson descubren cómo está estructura nuestro código genético. Cambió para siempre las ideas de lo que es la vida. Sus frutos han tardado en llegar, pero ese conocimiento revolucionará el tratamiento de las enfermedades y permitirá solucionar muchos de los problemas de la actual humanidad.
Ordenadores e Internet. He querido dejar casi para el final los ordenadores e Internet pues se trata de las revoluciones en las que estamos inmersos. Nunca, nadie cuando dentro de una revolución se da cuenta de a dónde nos lleva. Puede haber intuiciones de que lo va a cambiar todo, pero no de cómo será el futuro.
Los ordenadores tienen una peculiaridad sumamente interesante: acumular procesos. Me explico, la escritura acumulaba conocimientos. Por ejemplo, un manual de contabilidad nos decía como hacer la contabilidad; manual que cualquiera podría ver en cualquier lugar del mundo en cualquier tiempo futuro. Una gran ventaja. Pero para hacer la contabilidad, había que aprender a hacerla. El libro nos dice cómo, pero la hacemos nosotros. El ordenador no solo nos dice cómo hacerlo, sino que lo hace. Por ejemplo, una hoja de cálculo puede tener programada toda una compleja contabilidad y nosotros no tenemos que tener idea de cómo lo hace. Es el ordenador quien lo hace. El ordenador acumula el conocimiento y el proceso: ¡¡¡¡Lo hace!!!!
Para verlo más claro, imagínese una línea de montaje de coches llena de robots. Los robots no solo saben cómo hacen una parte de un coche sino que lo hacen. Acumulan el proceso. Saben hacerlo.
Esto tan aparentemente simple tiene unas consecuencias inesperadas. Por ejemplo, en investigación, muchas veces hay que hacer complejos cálculos estadísticos para ver si una hipótesis es factible o no. Ahora un investigador no necesita saber estadística; la estadística se la hace el ordenador.
Cómo resolver ecuaciones, sistemas de ecuaciones, cómo hacer análisis, cómo fabricar radios,… hoy ordenadores y robots hacen de todo y lo hacen incansablemente, lo que ha abaratado los productos enormemente.
Por eso el ordenador se ha convertido en un auxiliar de todo. Ha revolucionado cómo se investiga y cómo se trabaja. Es la herramienta universal por excelencia que ha cambiado nuestra vida de arriba abajo.
Internet. Cada vez que ha habido un nuevo sistema de comunicación la sociedad humana ha sufrido grandes revoluciones. Lo fue el habla y después la escritura y la imprenta y el teléfono y la radio y la televisión y el teléfono móvil, ¿y cómo no? Internet.
Internet es un nuevo modo de comunicación que hace accesible toda la información a todo el mundo en tiempo real. Los ritmos de conocimiento se aceleran.
No hay duda alguna de que el mundo post-Internet será tan diferente como lo es hoy de los tiempos de Gutemberg. Lo que no podemos ni imaginar es cómo será.
Esperemos que sea mejor que el actual.
Esta es una transcripción de la conferencia Vitoria (4/11/11), impartida en un congreso de ATSS en el Hospital Santiago Apostol. Con posterioridad publicado en su revista.
Enviado por Flexarorion para su publicación en ciencia15.blogalia.com.
Fuente: Félix Ares – Hospital Santiago Apostol / ciencia15.blogalia.com