¿Pueden causar autismo las vacunas?
Recientemente se ha difundido la idea de que la vacuna trivalente viral causa autismo en los niños. Tal temor se ha extendido a muchas vacunas, llevando incluso a que algunos padres eviten aplicarlas. ¿Tiene esto algún fundamento?
Nuestro sistema inmunológico tiene como función principal el protegernos de agentes infecciosos. Con el desarrollo de la medicina, se han creado técnicas de inducción artificial de las respuestas inmunológicas de nuestro organismo, con la finalidad de lograr una mayor protección contra intoxicaciones e infecciones.
Estas técnicas pueden ser pasivas o activas. La inmunización pasiva consiste en la transferencia de inmunidad ya establecida (por ejemplo: la transferencia de anticuerpos de la madre al hijo mediante la lactancia materna, o la inyección de anticuerpos contra un veneno o toxina).
Por su parte, la inmunización activa o vacunación produce una activación del sistema inmunológico, siendo este el que produce los nuevos anticuerpos que le permitirán estar preparado para una eventual infección. Esta forma de inmunización tiene como ventaja principal una mayor duración del efecto protector respecto a la inmunización pasiva.
Para lograr la inmunización activa como un estímulo que provoque la respuesta del sistema inmune (producción de anticuerpos), las vacunas muchas veces están compuestas de bacterias o virus "atenuados" vivos, incapaces de producir la enfermedad pero lo suficientemente conservados como para permitir la reacción de nuestras defensas. Otras vacunas emplean bacterias o virus "inactivados" o muertos, los cuales actúan en forma análoga a los microorganismos atenuados. Finalmente, un último grupo de vacunas emplea "toxoides" o toxinas atenuadas, en vez del microorganismo completo.
En el caso que nos ocupa, es necesario describir a la vacuna trivalente viral. Esta vacuna mixta comprende los tres virus atenuados causantes de sarampión, rubeola y parotiditis (paperas). El sarampión es una enfermedad aguda contagiosa, caracterizada por fiebre, malestar general, tos, faringitis, conjuntivitis, manchas en la mucosa bucal o labial, además de manchas en la piel, pudiendo complicarse con infecciones bacterianas, trastornos de la coagulación y encefalitis (infección a nivel cerebral).
La rubeola es también una enfermedad contagiosa con síntomas generales leves, caracterizada por fiebre, manchas en paladar y piel, además de aumento del tamaño de los ganglios linfáticos y dolor en las articulaciones; puede provocar encefalitis además de ocasionar aborto, nacimiento de un bebé muerto o defectos congénitos (de nacimiento) en los hijos de madres infectadas durante los primeros meses del embarazo.
Por su parte, la parotiditis se manifiesta como fiebre, malestar general, dolor durante la alimentación y aumento de volumen de las glándulas salivales, especialmente las parótidas, las cuales se vuelven dolorosas; como complicaciones pueden desarrollarse infecciones de ovarios o testículos, encefalitis, pancreatitis, entre otras.
Al aplicar la vacuna trivalente viral se previenen estas enfermedades de manera efectiva en el 95% a 99% de las personas que la reciben.
La controversia respecto a la seguridad de la vacuna trivalente viral comenzó en 1998, con la publicación de un artículo en la revista médica británica Lancet, en el cual el Dr. Andrew Wakefield y colaboradores plantearon una posible asociación entre el componente de sarampión de la vacuna y la aparición de autismo, un padecimiento que se inicia en la infancia y se caracteriza por déficit considerable de las habilidades sociales, con patrones de comportamiento alterados que le impiden al enfermo llevar una vida normal.
La investigación planteó una asociación temporal entre la vacunación con la vacuna trivalente viral y la aparición de trastornos intestinales inflamatorios, especulándose que la infección intestinal por sarampión derivada de la vacuna, dañaba la barrera del aparato digestivo permitiendo el paso a la circulación de neuropéptidos o sustancias nocivas que llegaban al cerebro, lo que provocaría alteraciones que culminaban en trastornos dentro del espectro del autismo; llegaron incluso a proponer un nuevo tipo dentro de esta enfermedad, en el cual el niño presentaba un desarrollo psicosocial normal y pasaba luego a una regresión con alteraciones irreversibles del comportamiento.
Este estudio presentó diversas fallas metodológicas, a las cuales pueden atribuirse los resultados; entre ellas destacan la ausencia de un grupo control con el cual comparar a los niños enfermos, y la ausencia de comprobación de la presencia del virus del sarampión en los pacientes. Nuevos estudios llevados a cabo por el mismo grupo de investigadores continuaron apoyando la teoría, pero sin llegar a demostrar una asociación causal definitiva entre la vacuna trivalente viral y el autismo.
La publicación de estas investigaciones y su difusión en medios de comunicación (en lo cual Wakefield participó), provocó una gran desconfianza sobre la vacuna trivalente viral, especialmente en el Reino Unido, donde se redujo considerablemente el número de dosis aplicadas.
La disminución de la vacunación contra sarampión, rubeola y parotiditis en el resto del mundo no ha podido ser precisada debido a la dificultad de monitorear la cobertura de la vacunación en muchas poblaciones, pero se ha determinado que muchos padres desconfían de la trivalente viral –lo que genera una potencial disminución de la vacunación–, así como considerable preocupación en los padres cuyos niños fueron vacunados recientemente.
Ante los impactantes resultados del grupo de estudio de Wakefield y las importantes implicaciones de salud pública debido a la potencial disminución de la vacunación con trivalente viral, se han llevado a cabo múltiples investigaciones a nivel mundial, todas las cuales descartan una asociación causal entre la vacunación y el autismo. Esto ha llevado al pronunciamiento de numerosas sociedades médicas en todo el mundo, señalando que la vacuna trivalente viral no tiene relación con los trastornos dentro del espectro del autismo, pues la evidencia médica derivada de múltiples estudios así lo señala.
En 2004, 10 de los 12 expertos que colaboraron con Wakefield se retractaron de los resultados de sus investigaciones, y en 2007 el mismo Wakefield, junto a dos investigadores, fueron sometidos a audiencias disciplinarias por el Consejo Médico General del Reino Unido.
La reciente ola "anti-vacunación" se puede explicar en gran medida porque en muchos lugares del mundo la misma vacunación ha provocado la erradicación o una disminución considerable de la incidencia de muchas enfermedades, por lo que las personas ya no perciben un alto riesgo de infección como en el pasado.
De esta forma se presenta la paradoja de que la eficacia de las campañas globales de vacunación ha redundado en que ya no apreciemos las vacunas, uno de los inventos más importantes en la historia de la medicina, que ha mejorado considerablemente tanto nuestra calidad como nuestra expectativa de vida. En este sentido, la educación respecto a la importancia de las vacunas es y será fundamental.
En conclusión, el temor a la vacuna trivalente viral, impulsado por los medios de comunicación sobre la base de investigaciones no concluyentes, no está justificado. Aunque la trivalente viral, como todas las vacunas, tiene complicaciones (como fiebre, malestar general, faringitis, manchas en la piel, aumento del volumen de los ganglios linfáticos, dolores articulares) estas son poco frecuentes y no suelen ser graves, resultando mucho peor el riesgo de desarrollar sarampión, rubeola o parotiditis por falta de prevención.
Como moraleja nos queda la necesidad de estudiar a fondo las nuevas hipótesis o planteamientos médicos antes de difundirlos, para lo cual son necesarias la prudencia de los investigadores y la responsabilidad de los medios de comunicación.
REFERENCIAS:
– doyma.es.
– pubmedcentral.nih.gov.
– Reporte uno y dos en pediatrics.aappublications.org.
– Reporte uno y dos en nature.com (archivos pdf).
– content.nejm.org.
– Reporte uno y dos en sciencedaily.com.
– Vaccines not associated with risk of autism (CDC).
– Vacunas y autismo: Distinción entre la realidad y la ficción.
– Vaccines & Autism (Science-Based Medicine).
Este artículo fue originalmente publicado en 2008. El autor de este artículo, Álvaro Osorio Cárdenas, es médico graduado en la Escuela "Luis Razetti", Universidad Central de Venezuela.
Fuente: Álvaro Osorio Cárdenas – cienciayleyenda.net