Miscelánea

Homenaje al hombre que alimentó al mundo

Norman Borlaug falleció en Dallas, Texas, a los 95 años de edad, el pasado 12 de setiembre. La mayoría de la gente nunca ha escuchado su nombre, pero se calcula que mil millones de seres humanos le deben el simple hecho de estar vivos, porque ellos, o sus padres, no murieron de hambre.

Borlaug, graduado de Agrónomo por la Universidad de Minnesota en 1942, se especializó en patología y genética vegetal. Sus primeros desarrollos en este campo los realizó en México a partir de 1944, bajo un contrato con la Fundación Rockefeller. Ese país había tenido muy malas cosechas de trigo debido a las plagas, y debía importar buena parte del cereal.

Durante varios años y junto con otros expertos, Borlaug logró desarrollar en México variedades de trigo resistentes a los parásitos, que además producían más grano en menos tiempo en suelos relativamente pobres, y se adaptaban a distintas condiciones climáticas. Esto permitió producir dos cosechas anuales, algo inusual en aquella época.

Para obtener tales resultados, estos expertos debieron efectuar más de 6000 cruces de variedades de trigo, enfrentarse a la hostilidad inicial de los agricultores, y además desafiar la noción, entonces mantenida por los agrónomos, de que las semillas debían "reposar" después de cosechadas y antes de sembrarse para "acumular energía". El grupo trabajó también en el desarrollo de nuevas variedades de maíz, sorgo, cebada y tritical (híbrido de maíz y centeno). Pero su éxito más notable lo obtuvo con el trigo: Entre 1944 y 1963 la producción mexicana se multiplicó por seis, y el país se convirtió en un exportador neto del grano. El 95% de esta producción correspondió a las variedades "semi-enanas" resistentes, desarrolladas por Borlaug y su equipo.

Norman Borlaug

Norman Borlaug 1914-2009

El nuevo reto y la "revolución verde"

En aquella misma época, se extendía la hambruna por India y Pakistán. Los Estados Unidos enviaban millones de toneladas de cereales como ayuda de emergencia, incluyendo una quinta parte de su producción total de trigo, pero esto no era suficiente. Además de una guerra endémica, la resistencia cultural al cambio en la tecnología agrícola era un gran obstáculo para alimentar al subcontinente.

Esa fue la época en la que el biólogo neomalthusiano(1) Paul Ehrlich, padre del catastrofismo ambiental (y uno de los actuales adalides de la hipótesis del calentamiento global antropogénico) escribió su libro La Bomba de la Población, donde entre otras cosas afirmaba: "La batalla para alimentar a la Humanidad ha terminado".

En las décadas de 1970 y 1980, cientos de millones de personas morirán de hambre a pesar de todos los planes que se están desarrollando". Y agregaba: "Es imposible que India pueda alimentar a otros 200 millones de personas para 1980". Ehrlich sugería que no tenía caso enviar alimentos a esa nación, pues si los hambrientos sobrevivían sus hijos morirían de hambre de todos modos.

Borlaug y su colega Robert Glenn fueron enviados a la India en 1963 por la Fundación Rockefeller y el gobierno de México, junto con cien kilogramos de semillas para experimentar con las variedades más prometedoras, "Lerma Rojo 64" y "Sonora 64". Tan solo dos años después las burocracias hindú y pakistaní, interminables dificultades con el envío de las semillas de siembra, además de una nueva guerra entre ambos países, permitieron que el proyecto comenzara. Pero valió la pena: La primera cosecha con el nuevo trigo fue la mejor en la historia de Asia Sudoriental. Durante el año siguiente, tanto India como Pakistán importaron miles de toneladas adicionales de semillas.

Para 1968 la producción de trigo era tan grande que no había suficientes personas para recolectarla ni vehículos para el trasporte, y hubo que utilizar escuelas como almacenes. En un abrir y cerrar de ojos Pakistán se hizo autosuficiente en este producto, e India poco después.

William Gaud, de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo, acuñó un nuevo término: "Revolución Verde". Muchos países adoptaron las nuevas variedades de trigo y otros cereales desarrollados por Borlaug y su equipo, evitando el hambre que se cernía sobre el planeta a raíz de la explosión demográfica de aquella época. Como resultado, en la segunda mitad del siglo XX la producción de los cereales básicos creció mucho más rápido que la población. India es el ejemplo más espectacular: en 1965, con 487 millones de habitantes, producía 12,3 millones de toneladas de trigo (25 kg por habitante); en el año 2000, con 1.000 millones de personas, cosechaba 76,4 millones de toneladas (76 kg por habitante) y era uno de los principales exportadores mundiales (2). 

La productividad del trigo en los países en desarrollo, medida en kilogramos por hectárea, se multiplicó por cinco durante el último medio siglo. (fuente: FAO)

Otro efecto positivo de esta gran productividad es que se evitó convertir muchos kilómetros cuadrados de tierras vírgenes en suelo agrícola (se estima que 400.000 km2 tan solo en India), además de reducirse la necesidad del uso de fertilizantes y pesticidas.

Borlaug, ayer y hoy

Actualmente estamos en los inicios de una nueva Revolución Verde: La de los productos genéticamente modificados. Al igual que en la década de 1960, hay que desafiar obstáculos; pero esta vez, paradójicamente, son algunos países desarrollados y grupos ambientalistas los que sostienen prejuicios culturales. Es de suponer que si Borlaug desarrollara sus famosos experimentos hoy en día, estaría recibiendo una lluvia de acusaciones por "alterar peligrosamente las características de las especies", "amenazar la diversidad biológica", "crear riesgos impredecibles para la salud" o, en otras palabras, "modificar lo creado por Dios". Muchos lo criticarían por "hacer depender a los países más pobres de tecnología desarrollada en las naciones ricas".

Los ecologistas más sectarios y los fanáticos religiosos –quienes con frecuencia son las mismas personas– lo considerarían un enemigo, destruirían sus cultivos experimentales, lo demonizarían en las escuelas y medios de comunicación, e incluso lo amenazarían físicamente. La campaña sería tan intensa que Borlaug quizá no podría conseguir financiamiento para sus investigaciones y habría tenido que abandonarlas.  Por contraste, en 1970 Borlaug recibió el Premio Nobel de la Paz. Definitivamente, parece que la sensatez pública ha retrocedido algo en estas últimas décadas.  Este gran científico fue uno de los mayores benefactores de la Humanidad, al conjurar prácticamente solo una hambruna global que parecía inevitable y demostrando, una vez más, que Malthus estaba equivocado.
Gracias, doctor Borlaug.

[FLASH]270[/FLASH]

(1) Thomas Robert Malthus (1766-1834) fue un economista británico que postuló que la población humana aumenta geométricamente mientras la producción de alimentos lo hace aritméticamente, por lo que la Humanidad está condenada a la inanición; esto solo podría compensarse con guerras, epidemias u otras catástrofes recurrentes. Sus planteamientos han sido refutados una y otra vez por la realidad, pero aún tienen muchos seguidores.

(2) En 2008 se produjo en todo el mundo una escasez circunstancial de cereales, debida a varios factores: el salto en el precio del petróleo, un incremento en el consumo de los países recientemente enriquecidos (sobre todo China y la misma India), y la especulación en los mercados. Hoy en día esta situación se ha normalizado. El hambre en algunos países se debe fundamentalmente a causas políticas, no a la imposibilidad de producción.

Referencias:
Norman Borlaug en la Wikipedia
Revolución verde en la Wikipedia
• normanborlaug.org
Discurso de Norman Borlaug en nobel prize.org

Artículo original de la revista Lúcido, Ed. 26. Conozca el contenido y descarguela en pdf aquí.

Fuente: Sami Rozenbaum – lucido / arev

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba