Enterrados vivos: La verdad sobre los zombies
Compartiendo la isla caribeña La Española con la República Dominicana, Haití es el país más pobre de Latinoamérica. Tras liberarse de los colonizadores franceses y convertirse en una de las primeras colonias americanas independientes en 1804, esta nación siempre ha estado sumida en la pobreza y el subdesarrollo. Más de la mitad de la población haitiana practica el vudú (que significa "misterio" en un dialecto regional), una creencia religiosa extremadamente supersticiosa que mezcla elementos cristianos con africanos.
En 1995, el entonces presidente estadounidense Bill Clinton visitaba Haití para asistir al cambio de guardia de las tropas norteamericanas que ocupaban el país por las de la ONU. El acto era encabezado por el mandatario haitiano Jean-Bertrand Aristide, quien había sido repuesto en el poder en octubre de 1994 gracias a la intervención de 20.000 soldados estadounidenses. Tras el discurso de Clinton, una paloma blanca se posó junto a su micrófono, lo que provocó que más de 4.000 personas asistentes al acto irrumpieran en gritos y aplausos ante tal señal de aprobación de los "loas" o espíritus. Y esa sencilla coincidencia bastó para que miles de haitianos dejaran a un lado su rencor por la vuelta al poder del dictador Aristide.
Ritual vudú, donde se realizan cánticos, danzas y sacrificios |
Para los seguidores del vudú no existe el azar, todas las alegrías y desgracias de la vida son producto de la intervención de los loas. Para contactar estos espíritus
existen unos hechiceros denominados houngans o bokors, a quienes se atribuyen poderes como el de la "zombificación", el proceso de convertir a una persona
en zombie.
Según las creencias populares, los bokors desentierran a los muertos recientes y les devuelven la vida utilizando una serie de conjuros y brebajes mágicos. El zombie resultante es una persona que no recuerda nada de su vida pasada y que es incapaz de comprender su situación actual, quedando como un esclavo del hechicero, capaz de trabajar en las plantaciones obedientemente y, por supuesto, sin cobrar.
El zombie tiene una mirada desajustada, camina irregularmente y realiza las acciones físicas de manera mecánica.
Aunque parezca increíble, en Haití la existencia de los llamados zombies es un hecho aceptado. En este país es normal leer en un periódico la aparición de un zombie, e incluso la ley estipula penas por la acción de "zombificar" a alguien.
Durante muchos años, la existencia de estos "muertos vivientes" fue calificada como mito popular (lo cual es en parte cierto), y si repentinamente aparecía una persona que se había considerado muerta se atribuía a alguna confusión o error de papeleo médico. Pero era imposible ignorar los diversos casos perfectamente registrados de personas enterradas y con certificado de defunción que fueron encontradas por familiares años después de haber muerto. Este hecho motivó a médicos y antropólogos a estudiar el fenómeno de los zombies. Es así como en 1982 el antropólogo y biólogo canadiense Wade Davis, de la Universidad de Harvard, comenzó una investigación de varios años, con el apoyo de diversas instituciones como la International Psychiatric Research Foundation y la Social Science and Humanities Research Council of Canada.
Tras entrar en contacto con numerosos bokors y estudiar sus prácticas, encontró una posible respuesta: El "polvo zombie"; extractos de plantas, huesos humanos, tarántulas, sapos venenosos, gusanos y otros ingredientes forman parte de este polvo, cuyo principal componente (y probablemente el único útil) es la tetradotoxina, extraída de varias especies de pez-globo.
Conocido con el nombre de "fugu", el pez-globo es un plato de lujo en Japón; pero la toxicidad del hígado, ovarios e intestinos del animal, órganos que sólo un chef experto sabe retirar adecuadamente, provoca casos de muerte por envenenamiento todos los años en restaurantes japoneses.
Pintura del artista naif haitiano Hector Hippolite, él mismo un sacerdote vudú. Aquí dos cadáveres reanimados son sacados de la tumba por un mago, que les obligará a trabajar como esclavos semivivos |
La teoría de Davis plantea que, tras escoger a su víctima (el móvil generalmente es una venganza), el bokor prepara el "polvo zombie" y de alguna manera hace que la persona en cuestión lo inhale. Rápidamente, el individuo cae enfermo y entra en un estado de catalepsia profunda (reducción considerable de las funciones vitales), por lo que muchas veces se le considera clínicamente muerto. Es así como la persona es enterrada viva por sus familiares. Tras dejar pasar un corto tiempo, el bokor desentierra a la víctima y le hace ingerir una pasta que contiene atropina y escopolamina, anticolinérgicos depresores del sistema nervioso. La administración de estas sustancias, unida al daño cerebral ocasionado por la falta de oxígeno en el ataúd, deja a la persona en un estado de incapacidad mental, con amnesia retrógrada permanente.
Es tal el miedo que existe en Haití a la zombificación, que muchas familias entierran a sus muertos cerca de sus casas para poder vigilar que nadie profane sus tumbas. Incluso hay familias que inyectan veneno al cuerpo del fallecido antes de enterrarlo, o le disparan para evitar que sea convertido en zombie.
Es preciso señalar que se han presentado algunas objeciones a las investigaciones de Davis, relativas al número de zombies y a la dificultad de establecer una dosis precisa de tetradotoxina en el "polvo zombie". Sin embargo, estos trabajos siguen siendo la única explicación racional y científica al asunto, y constituyen un ejemplo de que la ciencia es capaz de esclarecer viejas creencias populares y fenómenos aparentemente "sobrenaturales", sustentados en la ignorancia y el subdesarrollo.
Fuente: Álvaro Osorio Cárdenas – Revista Lúcido