Mi hijo es un tirano
Pasa hasta en las mejores familias. De hecho, el perfil de hijo tirano se da más en clases medias-altas o muy altas. Padres que han educado a tres hijos sin problemas de repente se enfrentan a "un tirano de cuatro años, que no levanta un metro del suelo y tiene aterrorizados a todos los adultos de la familia", describe el pediatra, neurólogo y psiquiatra Paulino Castells, autor de Tenemos que educar (Península).
Unas veces es hermano pequeño; otras, mayor o mediano; otras, hijo único. No hay un patrón. Sólo un dato: las niñas ganan terreno, hasta suponer un tercio de los casos, y baja la edad en que los padres acuden a un profesional porque su hijo es un déspota. En el gabinete Padres e hijos en conflicto, que dirige el primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Javier Urra, se tratan casos desde los cuatro años.
Y, si no hay niños más propensos, sí hay un factor de riesgo, según Castells: "Etiquetarle como especial, sacarle del canal de la normalidad". Y cita ejemplos comunes: el niño muy deseado, providencial, entronizado antes de llegar, el hijo de padres mayores, el superdotado o el muy inquieto.
Claro que ni todos los hijos de padres mayores serán tiranos ni todos los niños caprichosos o egoístas tienen el llamado síndrome del emperador. "La señal de alerta se produce cuando denotan satisfacción imponiendo sistemáticamente su voluntad, cuando chantajean con escenas en grandes almacenes o delante de los abuelos, cuando interiorizan el primero yo y luego yo", detalla Urra, autor de El pequeño dictador (La Esfera de los Libros).
A veces este comportamiento sólo se da con los padres, y son niños encantadores de puertas afuera. Así es en un 47% de los casos, según el experto australiano Eddie Gallagher, que incluso habla de niños tímidos. En el 53% restante, el trastorno sí que va ligado a absentismo y conflictividad escolar.
Sea como sea el caso, no sólo los padres lo pasan mal. "Al tirano se le ha consentido todo para que no se traumatice, se le ha dado un poder desmesurado que no le pertenece y a veces no sabe cómo gestionarlo", segura Castells, que habla de niños de siete años que tienen miedo a la tormenta por la noche pero no pueden ir a pedir protección a esos mismos padres a los que humillan de día.
Coincide la terapeuta Raquel Pais, del Centro de Atención Psicológica y Pisicoterapia, que sostiene que es "un síntoma tan invalidante para los hijos como para los padres".
Para revertirlo, apunta, es necesario que los padres superen la queja y se dispongan a cambiar, "a manejar los límites y sostenerlos desde la pareja", sin que haya un poli malo y un poli bueno. Sólo así, "con la contención de la norma y la abstención de ciertos falsos derechos", se podrá hacer frente a una sociedad que "estimula sin limitaciones y no siempre de forma apropiada". Y sólo así los padres dejarán de ser esclavos y recordarán "sus derechos como padres", según Urra.
Escena de la película "Tenemos que hablar de Kevin", de la directora Lynne Ramsey (*)
Ideas
"Mejor pocas normas y exigir que se cumplan"
Vicente Garrido, autor de Los hijos tiranos. El síndrome del emperador (Ariel)
¿Cómo es el hijo tirano?
Extorsiona, amenaza o golpea para hacer su voluntad, sin compadecerse o sentirse mal.
Hay más, ¿por qué?
Porque la familia tiene menos tiempo, energía y decisión para educarles. Tiene que trabajar muchísimo para pagar pisos imposibles y responder a un mercado precario.
¿Y la sociedad?
Lo fomenta, con tóxicos como el consumismo. Una presión tan grande para la satisfacción inmediata de deseos materiales erosiona el autocontrol de los jóvenes.
¿Cómo combatirlo?
Si el niño es pequeño aún podemos limar los aspectos más negativos de su personalidad. Mejor pocas normas y exigir que se cumplan. E inculcar sentimientos morales. El aprendizaje de la conciencia ha de ser una tarea prioritaria.
Las claves
1. Autoridad. Ni autoritarismo trasnochado ni dejarse chantajear por el hijo a cambio de su cariño. Autoridad familiar. Un padre/ madre con autoridad puede también ser muy amoroso/a.
2.Madurez. "Si los padres no son adultos, tenemos un problema", asume Urra. Castells recela de aquellos que se comportan con sus hijos como amiguitos o compadres.
3. Límites. "Más síes y menos noes". Es el mantra de Castells. "Los niños y adolescentes nos están pidiendo límites a gritos", asegura. "Y vitamina T", esto es, tiempo con la familia.
4. Protección, la justa. A veces se suple la falta de tiempo con sobreprotección. Los niños criados entre algodones tendrán menos capacidad para interactuar y soportar la frustración.
Cuando las rabietas se convierten en maltrato
"El problema del hijo tirano se debe encauzar con rapidez, para no llegar al adolescente delincuente", señala Castells. Dentro de ellos, preocupa el ascenso de los adolescentes que agreden a sus familiares. Así, en la memoria de 2011 de la Fiscalía General del Estado se recuerda que entre 2008 y 2009 se duplicaron los expedientes incoados por esta causa, y eso que, según los expertos, sólo en uno de cada ocho casos se denuncia.
Sin desplazar a la violencia contra la mujer, la violencia contra los ascendientes avanza dentro del hogar, como prueba el éxito de programas televisivos de coaching como Supernanny o Hermano mayor (Cuatro).
(*) NdE
La película "Tenemos que hablar de Kevin", es una adaptación del libro homónimo por Lionel Shriver.
La obra cuenta la historia de Eva, una autora y editora de guías de viaje para gente tan urbana y feliz como ella. Casada desde hace años con Franklin, un fotógrafo de publicidad, decide, con muchas dudas, cerca de los cuarenta años, tener un hijo. Y el producto de tan indecisa decisión será Kevin. Pero casi desde el comienzo, nada se parece a los mitos familiares de la clase media urbana y feliz. Eva siente que Franklin se ha apoderado de su maternidad, convirtiéndola en el mero contenedor del hijo por nacer. Y Kevin es el típico bebé difícil, que tortura con sus llantos, que no quiere comer. Se convertirá en el terror de las niñeras, en un adolescente terrible, en el antihéroe a quien sólo le interesa la belleza de la maldad. Al llegar la sangrienta, mortífera epifanía de Kevin, dos días antes de cumplir los dieciséis años, el niño es un enigma para su madre.
Fuente: adn.es