Richard Stallman separa sus ideas del comunismo
Bill Gates (Las Vegas, 2005): "Hay una nueva especie de modernos comunistas, que quieren ahorrarse el incentivo para los músicos, los cineastas y los programadores, con distintos pretextos".
Richard Stallman (La Habana, 2007): "No soy comunista […] Promovemos la solidaridad social, el espíritu de cooperación y al mismo tiempo respetamos la propiedad privada".
A sus 54 años, el neoyorquino Richard Stallman está convertido en una especie de gurú de una insurrección que crece entre los usuarios individuales, a la que se han unido gobiernos como los de Brasil, Cuba, China, India, Venezuela y la comunidad española de Extremadura.
Es la corriente que defiende la difusión de las claves más íntimas (código fuente) de los programas de cómputo, para que éstos se puedan mejorar y reproducir libremente, sin pagar licencias a las grandes compañías trasnacionales, que mantienen en secreto esa información.
Bill Gates, creador de Microsoft, cuyo sistema Windows está en nueve de cada 10 computadoras del mundo, se ha referido al tema en varias ocasiones, pero quizá su declaración más resonante fue la que hizo en la feria electrónica de Las Vegas 2005: "Hay una nueva especie de modernos comunistas, que quieren ahorrarse el incentivo para los músicos, los cineastas y los programadores, con distintos pretextos".
Stallman le responde desde La Habana, durante la duodécima Convención y Expo Internacional Informática 2007. Con incipiente barriga, el pelo y la barba crecidos, camiseta deportiva y pantalón vaquero, este antiguo estudiante de física del Instituto Tecnológico de Massachussets tiene el aspecto de un hippie de la década de los años 60. Habla correcto español, pero una ligera sordera le hace pedir a los demás que pronuncien pausadamente.
"Hay aspectos de comunismo en el SL y aspectos de capitalismo", dice ante un auditorio repleto, en su mayoría jóvenes cubanos que no lo pierden de vista. Explica que mientras las empresas informáticas mantienen la propiedad sobre sus programas y la reproducción se castiga legalmente, en el SL los usuarios son verdaderos dueños de su copia y pueden estudiarla, cambiarla o repetirla cuantas veces quieran.
"¿Qué quieren decir cuando dicen que si compartes un programa con tu vecino eres pirata?", plantea Stallman. "Intentan equiparar la ayuda a tu prójimo con atacar barcos". Y en alusión a las leyes que reprimen la piratería, reclama: "¿Qué nivel de terror se necesita para convencer a cada persona de que no ayude a su prójimo? Pienso que esta campaña de terror nos muestra el mal del software privativo (comercial)".
El núcleo del movimiento es la proclamación de cuatro libertades y para explicarlas Stallman recurre a su analogía favorita, la que compara los programas informáticos con recetas de cocina: "La libertad cero es la de cocinar libremente las recetas. La libertad uno es la libertad de estudiar la receta y cambiarla para hacer lo que tú quieras. La libertad dos es la de distribuir copias exactas de las recetas y la libertad tres es la de distribuir tus versiones de copias modificadas".
"Imagínate, entonces, que algún día el Estado diga a los cocineros: desde hoy si copias o cambias una receta te llamaremos pirata y te pondremos en prisión. Imagínate el enojo que habría. Ese enojo me impulsó a lanzar el movimiento del software libre".
Stallman elaboró en la segunda mitad de los años 80 un sistema operativo que llamó GNU. En 1991, el finlandés Linus Torvalds desarrolló un núcleo, o la pieza maestra del sistema, conocido como Linux. Esta es la denominación más extendida de un modelo de SL. Pero el estadunidense dice que lo justo y preciso es llamar a esa opción por sus dos componentes: GNU/Linux.
Autor del concepto de copyleft (los derechos de una licencia pública, en contraposición al copyright), también creó la Fundación para un Software Libre, a fin de cohesionar al movimiento. Como suele hacerlo, aquí terminó su conferencia poniéndose una toga negra y un viejo disco rígido en la cabeza, para presentarse como "San Ignucio". Después de dos horas y media de prédica no pudo salir de inmediato de la sala. Tuvo que sentarse sobre un pupitre para posar pacientemente ante las decenas de flashazos que disparaban sus fans.
Fuente: Gerardo Arreola – mononeurona.org