Las bebidas inteligentes y el imaginario adictivo
Recientemente, a caballo entre los refrescos y los fármacos, las bebidas inteligentes, o smart drinks han llegado a nosotros con interesantes promesas de bienestar para quienes las consuman. Estas sustancias, son la consecuencia de un esfuerzo por ofrecer al público una gama de sustancias que dentro del marco de la legalidad, produzcan una serie de efectos que en otros contextos son atribuidos a las sustancias psicotrópicas, especialmente a aquellas que son ilegales.
Carezco de una información detallada acerca de las evidencias científicas, bioquímicas y farmacológicas que garanticen la supuesta inocuidad de tales bebidas. Supuestamente, el que no produzcan ni daños colaterales al sistema nervioso, y mucho menos dependencia y/o habituación, las coloca del lado de la legalidad.
Sin embargo, si se escucha la publicidad de éstas, podemos encontrar interesantes puntos de contacto entre lo que ofrecen y el imaginario de los adictos cuando éstos hablan o escriben acerca de lo que los «amarra «a las drogas.
Los adictos hacen demandas, inconscientes o conscientes a las sustancias que consumen. Por ello, el tipo de droga y el efecto buscado habla, en cada caso, de las carencias que se buscan suplir, de las faltas o fallas constitutivas del mundo psíquico que buscan ser llenadas. Tal como lo señala la psicoanalista argentina Susana DuPetit, la humanidad siempre ha utilizado el recurso de las sustancias químicas sea para negar la realidad, desafiarla o distorsionarla. Lo curioso del asunto es que tanto con las bebidas de marras, como con una cantidad de productos, los adaptógenos recientemente, la carta de ciudadanía en el terreno de la legalidad viene dado por la condición de «naturalidad» de los elementos que conforman sus principios activos. Esto hace que se escamotee la discusión acerca de una tendencia, casi omnipresente en la humanidad que es la propensión a buscar recursos escapistas que hagan más soportable la cotidianeidad insoportable de muchos. Dentro de los criterios puristas del poder establecido, de ilegalizar a toda sustancia que promueva la dependencia, la habituación y el deterioro colateral del sistema nervioso central, uno se pregunta inmediatamente si el alcohol, el tabaco y la cafeína no entran dentro de esas categorías. Por ejemplo, en nuestro país la difusión y ensalzamiento constante que se hace del licor, siendo éste la mercancía de más fácil adquisición, hace pensar en el sesgo que las campañas antidrogas tienen.
Todo lo anterior no es para nada una apología de las adicciones. Como psicoterapeuta sé de forma directa el caudal de sufrimiento y miedo que enmascaran las toxicomanías. Lo que trato de señalar es que elementos que uno encuentra en estos seres «enganchados» a la ingesta de sustancias que los hace por momentos más alegres, poderosos o espuriamente valientes, se cuela también en la publicidad, mercadeo y ventas de productos que no nos escandalizan por su cotidianeidad. En nuestra sociedad se valora más el estar borracho que el preguntarse por el deseo de estarlo, mientras que se trazan líneas arbitrarias acerca de qué cosas sí es lícito ingerir o introducir en el organismo, reduciendo el problema a un asunto judicial.
Las bebidas inteligentes, como los productos naturistas, representan una forma light, diluida y ramplona de circulación de un deseo que existe en muchos, y que incluso puede a llegar a ser el centro de la existencia. Esto es, la necesidad de contar con algo que, viniendo desde afuera, pueda amortiguar los efectos dolorosos de la vida y la angustia que ésta genera. Sigue siendo más fácil, en apariencia, eludir estas preguntas, que asumirnos en nuestras limitaciones para crear formas de relación que no requieran de estas muletas psíquicas para vivir.
Fuente: Adrián Liberman L.(Psicoterapeuta: adrianliberman AT hotmail.com) – Asociación Racional Escéptica