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«Sagrado Culposo»: del espectáculo «Criminales'', nos convierte a todos en cómplices de una verdad lacerante
Por: Julio C. Alcubilla B./Récord Report Internacional en THP/ Artes Escénicas
Reynaldo Hidalgo López, Director,dramaturgo y actor nos presenta como entrega final en esta trilogía, un espectáculo escénico más allá de la conmoción. "Sagrado Culposo" es la historia de un preso, Moisés Gallardo, de un asesino a quien su crimen, se hace justicia. Representado por Reynaldo Hidalgo, y a la vez es la historia de un mártir, que transita entre la poesía y la verdad más desencarnada. Para impactarnos con su contenido, con sus palabras, hasta quizás reducirnos a la condición de cómplices emocionalesde su crimen o liberarnos como sociedad, a partir de su verdad.
Antes de entrar en exponer mis consideraciones críticas al hecho teatral, me permito revisar algunos aportes. Friedrich Schiller (1760-1805), exponía sobre la importancia de lo artístico y lo estético, para alcanzar a educar al individuo y por ende a la sociedad, intentando alcanzar un equilibrio entre lo natural y lo racional en el hombre, profundizando además de lo filosófico o psicológico, en lo político.
Valorizando la espontaneidad y la libertad que ha de tener la sociedad frente al Estado, la comunidad de individuos relacionados por su misma cotidianidad, sin obviar que en ésta aparecen también las jerarquías y como tal los vicios del poder. Por otro lado, siendo aún más específico sobre el tema que nos compete, los abusadores sexuales suelen utilizar la negación, proyección, racionalización, minimización y parcialización como mecanismos de defensa. El Abusador intrafamiliar incestuoso suele estar mejor integrado a la sociedad y lograr mantener una fachada intachable.
Más aún el abusador obsesivo, presenta una compulsión crónica y repetitiva a hacerlo. Y su relación abusiva normalmente en su perturbada psiquis, les da la ilusión de amar y ser amado por alguien poco exigente y extremadamente gratificante.
En este tercer monólogo, su poder se manifiesta con impactante y poético acierto. Cómo director, dramaturgo y actor, al plantearse el espacio escénico para su monólogo, concibe que su historia haya de contarse en una cárcel, flotando, perdida, así como flota y se pierde la sociedad misma.
Porque semejante ultraje al tratar de encontrar un asidero material y espacial, que nos descubra como marco existencial, esa brutal fragmentación o aniquilación humana, era muy difícil. El personaje se nos muestra suspendido, perdiendo el norte, haciendo una revisión quizás antojosa, de lo primero que nos ata a la vida real en sociedad, la norma.
Lo primero que identificamos en nuestra vida social, es lo que debemos hacer, lo que debemos aprender y además, lo que no debemos hacer. Pero este personaje se nos presenta perdido en el espacio, dejándonos claro, que cuando él debía aprender esos valores, padece de todo aquello que nunca debió ser. Ese abuso sexual consecutivo, brutal, por parte del ser que debía amarlo y protegerlo, su padre.
Es una pieza teatral, que nos evidencia una verdad que quema y nos quebranta, que muchos de nosotros nos empeñamos ocultar, una verdad que aniquila desde la más tierna infancia a un ser humano, hasta el punto de no conocer o reconocer más tarde el amor. Que además le fomenta o construye, la forma más encarnecida del dolor, de la castración, de la rabia, logrando apartarlo del mundo, convirtiéndolo en un criminal.
Este personaje al no tener mundo y vagar en el espacio, es víctima hasta de su propia edad, porque a partir de haber perdido para el sádico de su padre, el atractivo físico de un niño, de un ser andrógeno, al llegar ya a los veinte años de padecimiento día a día, en el ultraje más vil, es arrojado a la calle.
Y así como niño castrado se enfrenta a un mundo que no conoce, un mundo además tan fragmentado como el nuestro, gestando así más de su desasosiega e ignominia.
Deteniéndome en la descripción de la escena, es mi deber profundizar en el considerado aporte que Reynaldo Hidalgo López, logra. El actor nos ofrece el poder de un hablante ficcional que manifiesta su individualidad a un interlocutor, el cual conquista hasta el terreno de convertirlo en un espectador participativo y hasta cierto punto, contaminado con su escena.
Reynaldo Hidalgo, roza lo que Eliot consideraba en 1964 como "La única vía para expresar emoción de forma artística, mediante la identificación de un 'correlato objetivo' es decir un conjunto de objetos, una situación, una cadena de acontecimientos que representen la fórmula para expresar una emoción particular"
Y es que en su construcción representativa del personaje, logra la materialización de la emoción de un poeta, estableciendo analogías entre el interior del autor y una realidad cultural externa que el texto presenta, a partir de la situación que expone y hasta cierto punto de una época.
Y en ese momento crucial de su vida que habla en primera persona y sobre cuyo contexto de revisión histórica, la proyección para el espectador en el presente, lo hace partícipe a su vez de la experiencia interior del autor. Evidenciando ese correlato objetivo o ficción empleada por el poeta para materializar, concretar o conferir una explosión concreta de sus emociones e ideas. En definitiva una obra de que cobra luz en la voz enunciativa.
Descubriendo así dos signos en este espectáculo, unas cadenas, un uniforme, marco de la visión poética del ser humano en desgracia. Intimar a la vez con lo que somos los seres humanos, capaces de crear en el estado más onírico de nuestra existencia.Evidenciando por igual, a esas otras aristas de nuestra personalidad, esos otros yo que somos capaces de soñar, hasta en las situaciones más miserables.
Representando en la escena además, que al tocar fondo en nuestra vida, la estética, la poética, las letras, la imagen, el arte, es lo que nos salva.
Reynaldo Hidalgo nos presenta un personaje que es sentimiento puro, y este sentimiento necesitó de cuatro elaboraciones poéticas, en el verbo, en la palabra.
Por otro lado, este personaje no desea dormir, por la sencilla razón, de que la única posibilidad de vida que le queda, luego de tantos años de tortura nocturna, es ver salir el sol, un día tras otro. Convirtiéndose esta cita diaria con la vida, en el único hecho realmente suyo, ver el amanecer.
Y desde este hecho tan poético, hasta desarrollar una narración tan dura, como la de la muerte de su hermano, en mano de su padre, luego de ser ultrajado, y decide suicidarse. Representado en una escena realmente emotiva, en la que todo el recinto se llena de oscuridad y que tan sólo en un contrapicado de luces, se le invita de cierta manera al espectador a cerrar los ojos…y reflexionar en el dramático e inquietante contenido…
Imaginar dos niños amarrados noche tras noche, siendo violados uno por uno por su padre. Ver el rostro uno del otro, imaginar el dolor y la sangre, imaginar lágrimas amordazadas…y luego ver un día a su hermano ahorcado, porque ya no podía más.
Veinte años más tarde, de una vida sin sentimientos, sin gestos, sin alegría, sin tristeza, porque todo es una mueca de resignación, que aborda lo iracundo. Imaginar una esa venganza…el asesinato del padre… ¿No nos hace ser cómplices cómo espectadores? Y al serlo ¿En qué nos convertimos?..
Un último efecto al final de la puesta nos anuncia ese desenlace anhelado, la victoria del bien sobre el mal…una neblina densa, que nos hace pensar de una forma casi literal, en un estado de levitación aún mayor, rozando lo divino o tal vez la libertad.
Logrando Reynaldo Hidalgo López, Director, dramaturgo y actor, la conclusión en tres monólogos, junto a su equipo, en los que el espectador ha de ampliar su universo emocional y por otro lado salir del espectáculo, con un universo de inquietudes. En las que el espacio en que vivimos, pierde sentido, sino profundizamos en nuestra relación con los demás.
Valorar además que las relaciones del ser, que las relaciones humanas, no sólo pasan por la cotidianidad, agotando existencias. Cada persona que tenemos al lado: pareja, familia, amigos, conocidos y hasta los marginados del mundo, forman parte de nuestra existencia…no podemos conformarnos con ser autómatas y aniquilar así a nuestra sociedad…debemos vernos y dejarnos ver…sentirnos y dejarnos sentir…Para no ser constructores de una sociedad en ruinas…porque en definitiva, la indiferencia, no es un sentimiento humano…reconociendo que aún desde lo animal…podemos rescatar lo humano.
Fuente: Julio C. Alcubilla B./Récord Report Inteenacional/THP/
Artes Escénicas